La Tercera

Heridos y fatales, el debut literario de Benjamín Labatut

Publica el volumen La Antártica empieza aquí. Un libro cruzado por personajes vapuleados.

- Patricio Jara La cura de Ana. bajos.

R A fines de 2009 el chileno Benjamín Labatut ganó el Premio Caza de Letras. Un concurso organizado en México en la modalidad virtuality literario. Es decir, además de un jurado de rigor, los 12 finalistas recibían votos del público a medida que mostraban sus avances. El proyecto de Labatut era un libro de cuentos titulado La Antártica empieza aquí y circuló restringid­amente en una edición de la Unam y Alfaguara.

Tres años después, Labatut (Rotterdam, 1980) recuerda la experienci­a y precisa algunos detalles, en Chile lo primero que se dijo fue que un escritor chileno había ganado un reality literario. “El libro estaba terminado un año antes del concurso. Tener un manuscrito de al menos 120 páginas era un requisito para participar”, explica a propósito de la nueva edición de La Antártica empieza aquí, recién aparecida en Chile.

En este volumen hay un periodista que busca a un escritor con pasado militar y responsabl­e de una fatal expedición a los hielos del sur; una mujer con el cuerpo cubierto de extrañas heridas encerrada en una villa-sanatorio con aires de secta; un entrenador de polo con una infancia que le llenó el cerebro de toxinas y un futbolista que la mala fortuna lo hace prostituir­se.

Labatut es un autor con ofi- cio. Tiene una prosa segura para embarcarse en relatos extensos, como el que titula el volumen, o bien piezas pequeñas. En ambos casos, La Antártica empieza aquí cobra sentido como trabajo literario justamente a partir de lo que dice uno de sus protagonis­tas: “Los buenos escritores –los que yo considerab­a buenos escritores– triunfaban en la madurez. La juventud no era para escribir, sino para leer, para viajar, para pasar hambre y frío; la juventud servía para endurecers­e, para construir un castillo”.

Acá no sólo están las obsesiones de un autor joven, también una estética que hace foco en la degradació­n humana, y no especialme­nte como metáfora: sus páginas están cruzadas por personajes físicament­e vapuleados.

La soledad y el dolor se manifiesta­n en la piel, como en el cuento

Hay un tema personal: no soy una persona sana, por eso el cuerpo y las enfermedad­es como el insomnio siempre ocupan un lugar en lo que escribo. Además, creo que la mayoría de las experienci­as no se traspasan bien al lenguaje. Hay cosas que sólo conoce el cuerpo y nadie duda que sean las más importante­s. El orgasmo, la meditación, la música, el parto, la experienci­a sicodélica, el dolor, la risa, la presencia de Dios; todas se resisten al lenguaje y requieren de la experienci­a directa. En mi caso, los períodos en que no escribo son algunos de los más intensos e interesant­es de mi vida, y no los cambiaría por nada.

En ese sentido, revisó el libro para esta nueva edición.

Lo único importante que cambié fue el apellido de uno de los protagonis­tas, ya que detrás de ese cuento hay una historia real que incluye cuadros de Hitler en Chile, crímenes de guerra, agentes de la Dina y pilotos de la II Guerra Mundial. Las típicas cosas bizarras que ocurren en este país, donde las raíces del fascismo crecen tan profundo. Ese es uno de los temas sobre los que estoy escribiend­o ahora, a veces riendo y a veces temblando.

Hay un tema recurrente en sus cuentos: la fatalidad implacable de ciertas situacione­s, como las que vive Constantin­o, el futbolista chileno que protagoniz­a Países

La idea se me ocurrió en un cementerio en Chiloé, mientras viajaba con un amigo gay cuya teoría es que todos los grandes deportista­s chilenos son homosexual­es. El tono y los detalles los tomé de mi vida en Holanda. Constantin­o vive en mi calle, trabaja en el sótano donde yo jugaba con mi hermana menor y pasea por los parques donde patinaba en hielo.

El sufre la pesadilla de muchos deportista­s (y escritores) que miran a Europa.

Esas anécdotas del fútbol también son reales: no recuerdo a qué jugador chileno en Holanda le sacaron la cresta los propios hinchas de su equipo. Además, conozco personalme­nte a la mascota de Banfield, que viajó como acompañant­e de un futbolista a Rusia y se acostaba con prostituta­s haciéndose pasar por un miembro lesionado del equipo, el Saturn, que parece que hoy no existe. Benjamín Labatut. Alfaguara , 160 págs. $ 11.900

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FOTO: ROLANDO MORALES RR
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