No se despeja la tormenta sobre el Monumental
ACE una semana, Ivo Basay era el técnico de Colo Colo y Hernán Levy, presidente de Blanco y Negro. Pero en siete días cambiaron muchas cosas. Ahora el entrenador es Luis Pérez y Carlos Tapia, el nuevo timonel de la concesionaria.
Pero hay una constante dolorosa para los colocolinos que se mantiene: la crisis. Ni Pérez en la cancha ni mucho menos Tapia desde un escritorio van a cambiar un problema profundo, y que tiene a los hinchas tomados de la cabeza desde diciembre de 2010, con el limón sobre la herida que significa ver cómo en la vereda de enfrente el archirrival vive la época más dulce de su historia.
Tanto Pérez como Tapia llegan como parche: el primero, ante la ineptitud de Basay para dirigir el equipo y el segundo, porque los principales controladores no quieren asumir formal y públicamente la conducción de Blanco y Negro.
Ante tal escenario, no se les pue- de exigir soluciones a los que recién asumieron y, por lo mismo, el proceso para salir de la crisis debería venir por otros caminos que por ahora no están claros.
Por lo pronto, Pérez deberá lidiar con un arquero que no transmite seguridad, una defensa torpe, la excesiva dependencia en Paredes y la ausencia de un jugador que pueda conducir futbolísticamente al equipo. Es probable que el nuevo técnico logre un mejor rendimiento que Basay, pero el plantel actual no le permite ni al más afiebrado de los hinchas soñar con un título, menos aún en una liga totalmente controlada por la “U” de Sampaoli.
El problema para el “Cacique” es que luego del Apertura el número de incorporaciones es restringido y habrá que esperar hasta 2013 para mejorar el plantel de manera radical, como se necesita.
Sin embargo, antes de comenzar a ver refuerzos, es prioritario que Blanco y Negro defina un proyecto deportivo, luego un gerente del área para encabezarlo y, a su vez, los ejecutores, a través de los entrenadores -para el primer equipo y las inferiores, este último tema clave para el futuro de Colo Colo- y los jugadores.
En el pasado reciente, la urgencia por los resultados y la falta de políticas claras tuvieron como consecuencia contrataciones a destiempo y con apuro, que derivaron en los fracasos de Cagna, Gallego y Basay. Y si bien al hincha ya se le agotó la paciencia, el fanatismo debe quedar fuera a la hora de tomar las futuras decisiones deportivas, y en ellas debería considerarse la opinión de gente que conoce de fútbol y de la historia del club.
Debido a esto último, es necesario despejar las dudas que existen en el aspecto directivo. Un objetivo que no parece fácil de lograr en el corto plazo, debido a las divisiones internas en el directorio. La salida de Basay y la decisión de llevar a Tapia a la presidencia se acordaron, principalmente, gracias a los tres votos que controla Leonidas Vial, los dos de la Corporación y al de Aníbal Mosa, que dejaron offside a Hernán Levy, el accionista mayoritario. Resta por ver si este pacto logra la gobernabilidad necesaria para los próximos meses, o si la lucha por el control entre Levy y Vial termina por agravar la crisis que viven los albos.
Donde no hay tiempo para análisis, reflexión o paciencia para esperar resultados es en la lucha contra la violencia en los estadios. Basay, Paredes y el resto de los jugadores reaccionaron tarde ante las revelaciones de amenaza que afectaron a Carlos Muñoz. Eso no se puede repetir. Y todo tiene que partir desde Blanco y Negro, ratificando el fin de todo vínculo con los barristas, negando su acceso al estadio en los días de entrenamiento, y aportando a la justicia y el gobierno todos los antecedentes que se necesiten y que ayuden a eliminar el poder de la Garra Blanca. Este es un paso urgente que ayudará a despejar en parte el negro cielo que cubre el estadio Monumental.