La Tercera

HOY EN LA HISTORIA

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E ACUERDO a antecedent­es emanados del gobierno, habría concluido la investigac­ión que llevó a cabo el Ministerio del Interior en relación a presuntos fraudes cometidos para la obtención de beneficios otorgados a exonerados de empresas públicas durante el régimen militar. La gravedad de los antecedent­es conocidos amerita una investigac­ión en profundida­d de los tribunales de justicia para determinar y sancionar las responsabi­lidades de los involucrad­os en este caso, la revocación de los beneficios obtenidos y el inicio de las gestiones para recuperar los recursos públicos mal habidos. A raíz de denuncias recibidas por las autoridade­s y también los casos exhibidos en un reportaje investigat­ivo en televisión, el gobierno inició un examen de las pensiones entregadas al amparo de esta ley que beneficia a quienes alegan haber sido despedidos de empresas públicas por razones políticas durante el régimen militar. Para obtener esos beneficios se requería presentar declaracio­nes que atestiguar­an que la persona reunía requisitos básicos, como haber trabajado en ese período en empresas de propiedad del Estado y haber sido despedido por razones políticas. Estas declaracio­nes fueron otorgadas por senadores y diputados, al parecer en grandes cantidades en períodos preeleccio­narios. La investigac­ión descubrió que del universo revisado de más de 50.000 casos, casi el 20% presentaba problemas e irregulari­dades, de los cuales, a su vez, el 68% correspond­ía a pensiones otorgadas sobre la base del patrocinio de parlamenta­rios. Es ilustrativ­o el hecho que bastó con cruzar los antecedent­es de los beneficiar­ios para establecer, por ejemplo, múltiples casos de personas que eran menores de edad en la época en que alegaban haber sido injustamen­te despedidos. Como está de por medio la apropiació­n indebida de recursos públicos, el Consejo de Defensa del Estado deberá ejercer sus atribucion­es legales para perseguir ante los tribunales la responsabi­lidad de quienes cometieron fraude para obtener una pensión o declararon falsamente sobre terceros. Adicionalm­ente, acreditada la falsedad de los antecedent­es que soportaron su otorgamien­to, deberían ser revocadas las pensiones mal otorgadas y perseguida la restitució­n de los fondos pagados. La realidad conocida a través de este caso revela que las condicione­s para acceder al beneficio y el procedimie­nto establecid­o para acreditar su cumplimien­to no fueron bien reguladas en la ley y han dado espacio para su mala utilizació­n, situación que debería motivar una profunda investigac­ión de todos aquellos beneficios y pensiones que hayan sido otorgados bajo esquemas análogos. Las herramient­as de manejo de datos que otorga la tecnología actualment­e deberían, además, permitir revisiones y cruces que faciliten la detección de fraudes semejantes. Un aspecto sobre el que también debería realizarse una investigac­ión es la participac­ión que tuvieron los parlamenta­rios en estos hechos, por la gravedad que significa que quienes están mandatados constituci­onalmente para fiscalizar el buen uso de los recursos públicos aparezcan, a lo menos, facilitand­o que terceros los cobren indebidame­nte. El hecho de que puedan aparecer involucrad­os diputados o senadores de todos los sectores no debería inhibir el impulso dado por el gobierno a estas investigac­iones hasta ahora. Nace Joseph Ratzinger. La máxima autoridad de la Iglesia Católica en la actualidad, el Papa Benedicto XVI, nació el 16 de abril de 1927 en el seno de una familia alemana de agricultor­es. Cuenta una de sus anécdotas que cuando tenía cinco años, Ratzinger asistió a una ceremonia de bienvenida al arzobispo de Munich, en la que asombrado por el atuendo del prelado, dijo que al crecer quería ser como él. Siguiendo este impulso y apoyado por sus padres, inició su vida de seminarist­a justamente cuando el nazismo estaba en auge en Alemania. Finalizada la II Guerra Mundial, entre 1946 y 1951 estudió Filosofía y Teología en la Universida­d de Munich, y el 29 de junio de 1951 fue ordenado sacerdote. Después de una destacada carrera en universida­des alemanas, Ratzinger asistió como asesor del cardenal Frings al Concilio Vaticano II, destacándo­se como un gran teólogo, defendiend­o postulados innovadore­s para la Iglesia en esa época. A mediados de la década del 60, a raíz de la expansión de movimiento­s de corte marxista y liberal, adoptó una posición más conservado­ra, marcando distancia con otros teólogos de la época. En 1982, Juan Pablo II lo nombró prefecto de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe. A partir de entonces, Ratzinger se mostró contrario a la Teología de la Liberación que estaba en auge principalm­ente en América Latina. Cuando Juan Pablo II falleció, Ratzinger era decano del Colegio Cardenalic­io. Su elección como máxima autoridad de la Iglesia Católica se definió el 19 de abril de 2005. (

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