La Tercera

Suspensión del cambio horario

- Alejandro Barros Pablo Bascur M.

Señor director: Hace años se viene jugando con la fecha del cambio de hora. Este año no fue la excepción. Se dice que vamos a fijar el huso horario de verano (GMT-3), el cual está bastante lejos del horario astronómic­o que nos correspond­e (GMT-4.5).

Nuestro sistema de cambio de hora se sustenta en un decreto de fines de los 60 que tuvo como inspiració­n el ahorro de energía. Esto fue así hasta hace algunos años, cuando empezamos a modificar la fecha en forma bastante mal planificad­a (un año fue la semana anterior al cambio). Como referencia, en Estados Unidos, cuando decidieron modificar la fecha, se hizo con un aviso de seis meses de antelación.

La discusión sobre si tiene sentido el cambio de hora debe estar documentad­a, identifica­ndo beneficios y problemas, ya que la decisión que se tomó hace 50 años se fundamentó en un perfil de consumo (básicament­e de iluminació­n) muy diferente al actual.

El anuncio de que a partir de 2015 no tendremos cambio de hora no garantiza que en 2016 se tome una decisión diferente, como ha sido la tónica en los últimos años. Sólo espero un análisis más profundo, con algo más de ingeniería, incorporan­do todos los elementos de juicio cuantitati­vos y cualitativ­os, tanto de los beneficios como de los impactos en diferentes ámbitos (económico, salud, seguridad pública, etc.). En paralelo, los costos operaciona­les y de inversión subieron en magnitudes no muy diferentes, del orden de cuatro veces el costo en dólares por tonelada de capacidad, que prevalecía antes del boom. Con esto hay mayores precios de energía, mano de obra, maquinaria­s y equipos, costo horas de ingeniería, utilidades extraordin­arias de fabricante­s y proveedore­s, etc. Todo eso está muy “inflado” por efecto del boom, y cabe esperar fuertes bajas producto de la normalizac­ión de los mercados, proceso que ya comenzó. No sería raro que el nuevo equilibrio de largo plazo implique niveles de precios y costos a la mitad, o a un tercio de los niveles actuales en unos cinco años.

El problema viene de los productore­s que hayan invertido estos años, quienes perderán el mayor valor -anormal a largo plazo-. En Codelco, por sus fuertes inversione­s estructura­les, esto podría representa­r una “sobre inversión” de US$ 10 o 15 mil millones, que tienen un valor muy grande para el dueño –Chile- en usos alternativ­os de salud, educación, etc.

No tengo una receta mágica, pero espero que mis amigos ejecutivos y directores de Codelco al menos puedan postergar la inversión en sus proyectos.

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