Suspensión del cambio horario
Señor director: Hace años se viene jugando con la fecha del cambio de hora. Este año no fue la excepción. Se dice que vamos a fijar el huso horario de verano (GMT-3), el cual está bastante lejos del horario astronómico que nos corresponde (GMT-4.5).
Nuestro sistema de cambio de hora se sustenta en un decreto de fines de los 60 que tuvo como inspiración el ahorro de energía. Esto fue así hasta hace algunos años, cuando empezamos a modificar la fecha en forma bastante mal planificada (un año fue la semana anterior al cambio). Como referencia, en Estados Unidos, cuando decidieron modificar la fecha, se hizo con un aviso de seis meses de antelación.
La discusión sobre si tiene sentido el cambio de hora debe estar documentada, identificando beneficios y problemas, ya que la decisión que se tomó hace 50 años se fundamentó en un perfil de consumo (básicamente de iluminación) muy diferente al actual.
El anuncio de que a partir de 2015 no tendremos cambio de hora no garantiza que en 2016 se tome una decisión diferente, como ha sido la tónica en los últimos años. Sólo espero un análisis más profundo, con algo más de ingeniería, incorporando todos los elementos de juicio cuantitativos y cualitativos, tanto de los beneficios como de los impactos en diferentes ámbitos (económico, salud, seguridad pública, etc.). En paralelo, los costos operacionales y de inversión subieron en magnitudes no muy diferentes, del orden de cuatro veces el costo en dólares por tonelada de capacidad, que prevalecía antes del boom. Con esto hay mayores precios de energía, mano de obra, maquinarias y equipos, costo horas de ingeniería, utilidades extraordinarias de fabricantes y proveedores, etc. Todo eso está muy “inflado” por efecto del boom, y cabe esperar fuertes bajas producto de la normalización de los mercados, proceso que ya comenzó. No sería raro que el nuevo equilibrio de largo plazo implique niveles de precios y costos a la mitad, o a un tercio de los niveles actuales en unos cinco años.
El problema viene de los productores que hayan invertido estos años, quienes perderán el mayor valor -anormal a largo plazo-. En Codelco, por sus fuertes inversiones estructurales, esto podría representar una “sobre inversión” de US$ 10 o 15 mil millones, que tienen un valor muy grande para el dueño –Chile- en usos alternativos de salud, educación, etc.
No tengo una receta mágica, pero espero que mis amigos ejecutivos y directores de Codelco al menos puedan postergar la inversión en sus proyectos.