Resignificar la colección
Los museos son instituciones erigidas sobre el valor de su colección y que, durante el siglo XX, tuvieron que asumir cambios profundos. Muy atrás quedaba la imagen de un mausoleo solemne que resguarda joyas de la historia del arte, abriéndose a actividades más dinámicas y democratizadoras. En el máximo espacio chileno, el Museo Nacional de Bellas Artes, es posible apreciar estos procesos entre los años 90 y los 2000, con una mayor diversidad en la programación, y proyectos que buscaron actualizar un patrimonio concentrado en el academicismo decimonónico y en las primeras modernizaciones del arte local.
En este último intento, el ciclo Ejercicios de colección (2007-2010, coordinado por Ramón Castillo) marcó un precedente para la muestra actual, Arte en Chile: 3 miradas, que incluso repite la estrategia, pero en un despliegue que abarca tres curatorías o temáticas en todo el segundo piso: El poder de la imagen, de Juan Manuel Martínez; Sala de lectura. (Re) pre- sentación del libro, de Alberto Madrid; y Los cuerpos de la historia, a cargo de Patricio Muñoz Zárate.
Relacionando obras antiguas con nuevas adquisiciones, de artistas como Carlos Altamirano, Paz Errázuriz, Mónica Bengoa y Voluspa Jarpa, entre otros, se trata de quebrar el orden cronológico, de provocar cruces, tensiones y relatos inusitados. Es una intertextualidad que nos hace reflexionar –entre otros alcances– sobre los procesos del arte hacia la desmaterialización y el trabajo con lo político y social, sobre la circulari- dad de la historia, y sobre nuestra propia historia e identidad.
Así, podemos ver, en la primera etapa, cómo se relacionan –por ejemplo– un retrato de Bernardo O’Higgins, de José Gil de Castro, con el boxeador caído en La Pietá, de Eugenio Dittborn, deslizándose una crítica al poder; o cómo, a través de la presencia del libro y de la idea de lectura, en la segunda mirada, ingresa lo conceptual o se abordan reflexiones sobre la educación en Chile; o bien, ya en la tercera curatoría, la imagen del cuerpo sufre intervenciones, mutila- ciones u omisiones que metaforizan el cuerpo social, desplazándose los lenguajes hacia la instalación y una mayor incitación del público.
Porque, ¿qué significa en definitiva un museo en el contexto actual? ¿Cuál es el sentido de su colección si no es resignificar, en sus distintas capas de lectura, nuestra realidad? “Un museo es una escuela: el artista aprende a comunicarse; el público aprende a hacer conexiones”. Esta frase clave del artista uruguayo Luis Camnitzer tal vez lo responda.