Al final del día
FUI UN detractor, y lo sigo siendo, de haber iniciado la discusión legislativa de la reforma educacional con un proyecto que termina con el lucro, la selección y el copago. Siempre me pareció que se trataba de objetivos importantes y que comparto; los que, sin embargo, debían acometerse sólo después de haber iniciado un proceso de fortalecimiento de la educación pública, otorgando así una alternativa de igual o superior calidad al conjunto de alumnos que deberán transitar hacia el nuevo sistema. Las razones por las cuales el gobierno optó por la estrategia contraria pueden ser varias y, a estas alturas, pasan a engrosar la historia de las anécdotas. Según algunos, hay una profunda convicción ideológica detrás de este empeño, mientras otros miran hacia el movimiento estudiantil y a la fuerza que éstos todavía tienen en el quhacer de la clase política en general y del gobierno en particular. En mi caso, creo que la autoexigencia de contar con los primeros proyectos antes de los 100 días de gobierno, obligó a una estrategia que no necesariamente era compartida al interior del Poder Ejecutivo; por de pronto, la propia Presidenta de la República manifestó algo similar cuando hizo referencia a su “primer sentido”.
Dicho todo lo anterior, y aprobada ya la iniciativa, persistirá el debate en torno a sus bondades y falencias. La fase de implementación de esta parte de la reforma irá despejando dudas o aconsejando corregir cuando sea necesario, construyendo una evidencia en algo que desnude la también intencionada campaña de desinformación que rondó a este proyecto, en la que algunos periódicos de circulación nacional insisten de manera burda, como fue el caso de la portada de Las Ultimas Noticias el miércoles pasado. Por su puesto que se puede discrepar, y varios así lo hicimos en diversos momentos y en varias tribunas, pero cosa distinta es subsidiar la retórica alarmista con imágenes que están muy lejos de la verdad.
En lo personal, y más allá de mis reparos, me parece que hubo un genuino esfuerzo por alterar las asimetrías en un proceso cuyo impacto es central en el porvenir de los ciudadanos. Un empeño que, sin exagerar, pudiera transformase en un paso significativo para redefinir aspectos relevantes de nuestro contrato social. Aunque con la gradualidad que se requiere, este proyecto contribuye a la erradicación de las diferencias económicas, sociales y culturales en nuestro proceso educativo, volviendo a poner el foco en una promesa que hace rato se transformó en una quimera en Chile: que la posibilidad de progresar y surgir de las personas dependería sólo del mérito, el esfuerzo y el talento. Se trata también de un aporte significativo a la construcción de una sociedad más armónica, menos desigual y con mejores niveles de cohesión social. Hay procesos que serán complejos y difíciles, pero llegó el momento de perderle el miedo a mezclarse, a mirar al otro como un igual, a respetarnos en las diferencias, valorando y encontrándonos con los distintos. Y si estamos de acuerdo en el fondo, será siempre más fácil debatir en torno a las formas. La aprobación de la reforma que pone fin al lucro, la selección y el copago en la educación, supone un aporte significativo a la construcción de una sociedad más armónica, menos desigual y con mejores niveles de cohesión social.