La defensa que no fue
ANTES QUE terminara enero, el gobierno obtuvo la aprobación de varias iniciativas importantes en el Congreso, lo que fue presentado como un triunfo político. En verdad no es para tanto, cuando siempre tuvo los votos para aprobarlas, incluída la reforma electoral, en que parlamentarios escindidos de la Alianza se sabía que votarían con el oficialismo; era cosa de hacer una oferta no muy costosa, como facilitarles formar un partido.
Sin embargo, en la reforma educacional efectivamente el gobierno se anotó un triunfo, ya que durante un tiempo estuvo en duda la aprobación de aspectos centrales. Es que se supuso que la DC no aprobaría tan fácilmente la prohibición del lucro, el copago y la selección. Desde luego, porque la libertad de enseñanza, que involucra tanto el derecho de fundar y mantener colegios, como la libertad de los padres a elegir el suyo, forma parte del humanismo cristiano, doctrina que se supone inspira a ese partido. Pero, además, porque en el mundo relacionado con los colegios subvencionados, entre padres, profesores y sostenedores hay, sin duda, una base muy proclive a la DC, cuando no simpatizante o militante. Vale decir, no sólo los principios moverían a una defensa de la libertad de enseñanza, sino que también el pragmatismo. Y finalmente, porque el presidente del partido dijo que éste la defendería.
Pero aprobada la ley, vemos que la defensa no se concretó, pues en lo medular nada cambió. Se dice que lograron moderaciones, pero la realidad es otra: el emprendimiento en los colegios se acaba en un máximo de siete años, sin contar con que los efectos de su proscripción se comenzarán a sentir ya (es cosa que cualquier sostenedor vaya a pedir un crédito a un banco); y la selección se sustituye por un proceso centralizado de postulación que termina en una tómbola. Es decir, no habrá libertad del sostenedor para gestionar el proyecto educacional, ni de los padres para escoger el colegio de su preferencia, basada en una mutua aceptación.
¿Y por qué no hubo defensa? Simplemente porque la DC cedió ante el temor de perder puntos en el ejercicio del poder. El que ostenta hoy en la Nueva Mayoría (algo menguado), no aquel que proviene de atraer votantes -que lo asegura en el largo plazo-, que desdeñó. Es decir, privilegió los intereses de la estructura interna, no los de sus votantes. Con la posición que el partido había adoptado en el último tiempo parecía que se la jugaría por lo contrario, con agudeza política, capitalizando el ambiente de resistencia ciudadana contra la reforma educacional. Pero no fue así, el poder es más fuerte.
¿Qué costo pagará? Dependerá mucho de la claridad que tengan los votantes sobre la responsabilidad de la DC en la aprobación de una normativa que los afecta gravemente, en algo tan sensible como la educación de los hijos y en la persistencia en recordarlo, algo que no es patrimonio del ser nacional y cobrar la cuenta.
A la centroderecha se le abre una gran oportunidad en los segmentos que quedan defraudados, pero otra cosa es que sea capaz de aprovecharla. En la reforma educacional efectivamente el gobierno se anotó un triunfo. Es que se supuso que la DC no aprobaría tan fácilmente la prohibición del lucro, el copago y la selección, pero finalmente sí lo hizo.