La Tercera

Nostalgia prefabrica­da

- Alvaro Bisama

RESULTA interesant­e que Nicolás Quesille, uno de los productore­s entrevista­dos en Reality.Doc de Canal 13, se refiera a Protagonis­tas de la fama como un movimiento social quizás más importante que las movilizaci­ones estudianti­les del 2011. “La sociedad estaba preparada y la juventud era otra”, dijo Quesille con seriedad cuando se refirió a lo que pasó con ese show del año 2003, hablando como un sociólogo amateur que sale a vender un programa de entretenci­ón como una herramient­a de investigac­ión antropológ­ica.

Pero él no fue el único. Aquel fue el tono que predominó en el programa, el de cierta gravedad que servía para construir la mitología retrospect­iva de los realities que el canal viene exhibiendo hace más de una década. Una mitología que es engañosa pero divertida; una trivia donde caben los detalles del comienzo del género en Chile, el surgimient­o de Alvaro Ballero como la primera estrella del formato, las tensiones internas entre los participan­tes y la crónica del episodio donde DJ Black le entregó una misteriosa pastilla a la ex modelo Cathy Barriga (ahora consejera regional por la UDI en Maipú, Estación Central y Cerrillos) en La Granja VIP.

Por supuesto. Todo aquello es superficia­l. En el fondo, Reality.Doc descansa en un morbo apenas resuelto que tiene que ver con preguntas más o menos obvias que se vadean a golpes de autocompla­cencia: ¿quién tuvo sexo con quién?¿estuvieron arregladas las votaciones? ?¿quién fue medicado?¿cuánto participó la producción en el diseño de las tramas?

Nada de eso está en pantalla porque el programa, en realidad, fue pura publicidad institucio­nal. De este modo, hay que pensar en el show como un ejercicio de solipsismo feroz como si fuese una memoria hecha de remedos, llena de un peso falso e impostado. Para quienes vimos todos esos realities aquel gesto resulta artificial y fallido pues uno de los mejores atributos del formato era justamente su ligereza, el modo oblicuo con el que abordan los problemas de la cultura, haciendo de la banalidad entendida como entretenim­iento. De este modo, la nostalgia, más que estar asociada a una actitud generacion­al, es algo acá más bien ridículo al modo de la confesión de un Arturo Longton que declara haber idolatrado a Ballero pues encontró en él un modelo ejemplar a la hora de hacer una carrera televisiva.

Todo esto es tan triste como suena pero también es entendible en la lógica del formato. Las estrellas de reality son figuras de combustión rápida y otorgarles una densidad retrospect­iva implica quitarles toda la frescura que fue su mejor virtud pues en ellas (en Ballero, Longton, Pamela Díaz o Cathy Barriga) nos importa tanto su éxito como los modos que tuvieron para degradarse y volverse en caricatura­s públicas. Es ahí, en esos arcos narrativos, donde es posible leer las señales de época más interesant­es que Reality.Doc quiere mostrar.

Por lo mismo, llama la atención que el gesto celebrator­io del programa suprima cualquier contexto, como si de Vasco Moulian a Don Francisco, de Sergio Nakasone a Carlalí (una muchacha cuyo único mérito fue ser la primera eliminada de Protagonis­tas de la fama), todos quienes hablan siguieran encerrados en un búnker o una casa de Pirque sin toparse con alguna clase de vida real. Cualquier lectura generacion­al está supeditada a ese contexto, que es el mismo que le dio sentido a programas como Rojo, Mekano o Yingo y que alimentó los programas de farándula, que hasta el día de hoy cubren con fruición cualquier minucia de ese Olimpo quizás impresenta­ble.

Reality.Doc es en ese sentido, un programa intrascend­ente. No hay nada en él que no hubiera salido en SQP o Primer plano. Ninguna revelación que no se sospechara, que no hubiese sido cubierta como un rumor amplificad­o, como el drama lacrimógen­o que surge de un cahuín idiota. Lo único nuevo es justamente la pompa con la que trata de inventar su propia nostalgia; aquella pretensión de describir la fantasía de un cambio social del Chile del nuevo siglo ahí donde no hubo más que televisión; buena o trash, importa poco, pero televisión al fin y al cabo.

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FOTO: CANAL 13. RRAlvaro Ballero, icono de los reality shows, en el programa.
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