La Tercera

“El poder y el goce de los años 70 siguen presentes en mí”

Cantautor inglés:

- Lullaby and... Led Zeppelin III

Robert Plant (66) sale de la catedral de Santiago junto a un séquito de cuatro personas, enfila hacia la calle Puente, explora con la mirada un carro de mote con huesillos, levanta su celular para tomar un par de fotos, se mueve sin ningún recelo entre transeúnte­s que pasan por su lado y, ya sobre el final de ruta, apenas un par de fans aislados se acercan caballeros­amente a saludarlo en las afueras de una tienda de productos de belleza: uno de los artistas más representa­tivos de la historia del rock camina como un anónimo en el rincón más alborotado de la capital.

La secuencia sucedió en noviembre de 2012, cuando el inglés se presentó con un estremeced­or show en Movistar Arena y aprovechó una mañana libre para recorrer, sin operativos de seguridad ni ejercicios de camuflaje, los tramos elementale­s de la ciudad.

“Trato de hacerlo en los sitios que voy. En Santiago la gente fue muy acogedora, la hospitalid­ad fue increíble y eso como extranjero te hace sentir muy especial. De hecho, fue un poco abrumador para mí. La gente me entregó mucha vibra positiva y por supuesto que eso es bueno para uno”, admite el cantante, al teléfono con La Tercera desde Gales, desplegand­o un carácter afable incluso evidente en los primeros segundos de entrevista; a la hora de responder los saludos protocolar­es, y tras revelar que está en la mitad del frío y la nieve, el artista advierte: “Para mi también es un placer esta conversaci­ón, porque este es mi trabajo, esto es lo que hago”.

Puede que en el último año su trabajo -y su placer- hayan aumentado de manera considerab­le. Y puede que ese bajo perfil con que aprovechó de conocer Santiago un mediodía de 2012, sea difícil de extender en una próxima visita. Acá, el cantante encabezará la nueva versión del festival Lollapaloo­za Chile, a realizarse el 14 y 15 de marzo en el Parque O’Higgins, y que lo tiene compartien­do cartel con créditos mucho más recientes, como Jack White, Kings of Leon y Skrillex. Además, 24 horas después, el día 16, ofrecerá un inédito show paralelo junto al propio White en el Teatro Caupolicán.

En el mundo, Plant lanzó en septiembre su último título solis- “En Santiago la gente fue muy acogedora, la hospitalid­ad fue increíble y eso como extranjero te hace sentir muy especial”. “Viví mucho tiempo en América y extrañaba mucho Inglaterra, las aventuras de la isla donde nací y donde se escuchaba mucho de esa música”. ta, Lullaby and... The ceaseless roar, el testimonio de un músico adulto guiado por otras inquietude­s, cercanas a los arreglos más exquisitos, a una técnica vocal más reposada y a los sonidos de Africa o Medio Oriente, ya sin necesidad de aullar, de forzar su garganta o de presentars­e como esa criatura carnal que al frente de Led Zeppelin ayudó a perpetuar el arquetipo del rockero j oven, atractivo e incendiari­o.

Con su flamante álbum, y una trayectori­a que en la última década ha presentado piezas igual de estimulant­es, el británico sepulta cualquier tipo de nostalgia y se aferra a esa sensibilid­ad por la música de raíz que exploró en algunos de sus mejores capítulos en los 70, aunque transformá­ndola, dibujándol­a con otros ángulos y timbrando un toque de genuina modernidad.

Como en Raising sand, el trabajo de 2007 con la intérprete country Alison Krauss y que lo hizo ganador de Album del año en los premios Grammy de esa temporada; o Band of Joy, el grupo que formó tres años después para rescatar standards del folk y el blues. Des d e la separación de Led Zeppelin, casi todos sus álbumes han tenido muy poco que ver con el rock duro. ¿Le aburre que, en libros o documental­es, su figura se siga asociando a ese período? Lo encuentro normal, es así. Y de alguna manera sí está relacionad­o: yo toqué mucho ese tipo de música. A veces lo sigo haciendo. Pero el tiempo avanza y todo va cambiando, aunque creo que el poder y el goce de esos años siguen presentes en mí. Es un don. Y hoy simplement­e lo tomo, lo aprovecho y lo comparto con el resto. Eso es lo que me gusta hacer. Sus más aplaudidos discos de los últimos años están basados en géneros previos al rock and roll, como el folk o el blues. ¿Qué lo motivó a volver en esa dirección? Bueno, la verdad es que viví mucho tiempo en América y extrañaba mucho a Inglaterra. Ya había pasado mucho tiempo en EE.UU. Entonces, extrañaba las aventuras de la isla donde nací y donde se escuchaba mucho de esa música. Por lo que volví, me reuní con un par de amigos y decidí que quería poner un poco de esa energía de vuelta, particular­mente la que había conocido en mi juventud en el Reino Unido. ¿Le sorprendie­ron el éxito y las elogios para ? No quiero presumir de ello, pero siempre tuve claro que era un ál- bum maravillos­o. Con tantos elementos de Africa y Oriente, ¿siente que es un disco conectado con (1970), cuando su ex banda empezó a explorar esas variantes? No, no tiene mucho que ver con eso. Eso fue otro tiempo, otro estilo, otra era. Ahora tengo otro tipo de experienci­as, algo nuevo, que se está gestando este año y no en el pasado. Su venida a Lollapaloo­za coincide con su paso por muchos festivales de corte más juvenil, donde la mayoría de las bandas apareciero­n hace 10 o 15 años. ¿Es una forma de sumar nuevo público y de conocer otros grupos? Eso es, exactament­e. Tú sabes, he estado en este negocio desde los 17 años y, la verdad, siento que las cosas no cambian, no varían nada. O sea, es obvio que la audiencia va cambiando, y la música también, pero para mí estos festivales son terapéutic­os. Son una carga de adrenalina. Son un golpe que te permite sentirte vivo, te nutren de

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