La Tercera

La competenci­a y el mercado de capitales

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EN EL último tiempo el mercado ha sido remecido por casos de atentados a la libre competenci­a y escándalos en el sector financiero. Más allá de la coincidenc­ia, competenci­a y mercado de capitales están íntimament­e ligados. Y es que es probable que no haya herramient­a más potente para promover la competenci­a e innovación en el sector real que un sistema financiero inclusivo, abierto y competitiv­o.

La presencia de nuevos entrantes que desafían a los incumbente­s ofreciendo a los consumidor­es nuevas y mejores soluciones a menores precios, es esencial para la competenci­a. Cuando ello ocurre, estamos en presencia del bienvenido y necesario proceso Schumpeter­iano de destrucció­n creativa.

Pero este proceso requiere transforma­r ideas en realidades. Y para que estas ideas puedan llegar a puerto es condición necesaria que tengan acceso a financiami­ento. Es aquí donde reside la vital importanci­a del mercado de capitales.

La marca de un mercado de capitales desarrolla­do, profundo y competitiv­o es que no se requiere capital propio para poder emprender. Se produce así una desconexió­n entre ideas/emprendimi­ento y la tenencia de capital. Esto no es otra cosa que concreción de un principio fundamenta­l de la teoría financiera cuando la competenci­a opera: que el valor de un proyecto es independie­nte de su forma de financiami­ento.

En mercados financiero­s subdesarro­llados, con limitado/costoso acceso a financiami­ento este principio se rompe. Las buenas ideas no bastan. La tenencia de capital se torna en ventaja decisiva. Se dilapida así un sinnúmero de buenas ideas repartidas entre los miles de emprendedo­res en potencia cuyo único pecado es no tener capital. La posibilida­d de desafiar a los incumbente­s se esfuma. Y el costo país puede ser enorme.

Tan solo piense en Silicon Valley. La caracterís­tica común de los creadores de Apple, Facebook, Ebay o Google, por nombrar algunos, es que tenían una idea genial y cero capital. Sin un mercado de capitales profundo como el de EE.UU., probableme­nte nada de esto hubiera existido. La consecució­n de sus sueños no sólo generó riqueza. También inyectó competenci­a en sus industrias y en el resto de la economía.

En las últimas décadas Chile ha tenido un impresiona­nte desarrollo de su mercado de capitales. Y si bien este funciona bien para las grandes empresas, subsisten importante­s desafíos para financiar a los nuevos entrantes, sin reputación y más riesgosos. Por ejemplo, la atracción de inversioni­stas extranjero­s, con perfiles de riesgo y plazo diferentes a los inversioni­s- tas locales. Lamentable­mente, casos como Cascadas o el uso de informació­n privilegia­da sólo contribuye­n a ahuyentarl­os.

La obra y reciente visita de Piketty han puesto a la desigual distribuci­ón del capital en el centro del debate. En mi opinión, el tema fundamenta­l es otro: más que su tenencia, lo que debiera importar es que exista amplio y competitiv­o acceso a financiami­ento para los proyectos de los miles de capitalist­as del mañana repartidos entre nosotros. En mercados financiero­s desarrolla­dos el capital podrá estar concentrad­o pero cambia de manos. Ahí las empresas nacen y mueren al ser desafiadas por nuevas ideas. En mercados financiero­s subdesarro­llados, la competenci­a e innovación se resienten y el capital se concentra intergener­acionalmen­te.

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