La competencia y el mercado de capitales
EN EL último tiempo el mercado ha sido remecido por casos de atentados a la libre competencia y escándalos en el sector financiero. Más allá de la coincidencia, competencia y mercado de capitales están íntimamente ligados. Y es que es probable que no haya herramienta más potente para promover la competencia e innovación en el sector real que un sistema financiero inclusivo, abierto y competitivo.
La presencia de nuevos entrantes que desafían a los incumbentes ofreciendo a los consumidores nuevas y mejores soluciones a menores precios, es esencial para la competencia. Cuando ello ocurre, estamos en presencia del bienvenido y necesario proceso Schumpeteriano de destrucción creativa.
Pero este proceso requiere transformar ideas en realidades. Y para que estas ideas puedan llegar a puerto es condición necesaria que tengan acceso a financiamiento. Es aquí donde reside la vital importancia del mercado de capitales.
La marca de un mercado de capitales desarrollado, profundo y competitivo es que no se requiere capital propio para poder emprender. Se produce así una desconexión entre ideas/emprendimiento y la tenencia de capital. Esto no es otra cosa que concreción de un principio fundamental de la teoría financiera cuando la competencia opera: que el valor de un proyecto es independiente de su forma de financiamiento.
En mercados financieros subdesarrollados, con limitado/costoso acceso a financiamiento este principio se rompe. Las buenas ideas no bastan. La tenencia de capital se torna en ventaja decisiva. Se dilapida así un sinnúmero de buenas ideas repartidas entre los miles de emprendedores en potencia cuyo único pecado es no tener capital. La posibilidad de desafiar a los incumbentes se esfuma. Y el costo país puede ser enorme.
Tan solo piense en Silicon Valley. La característica común de los creadores de Apple, Facebook, Ebay o Google, por nombrar algunos, es que tenían una idea genial y cero capital. Sin un mercado de capitales profundo como el de EE.UU., probablemente nada de esto hubiera existido. La consecución de sus sueños no sólo generó riqueza. También inyectó competencia en sus industrias y en el resto de la economía.
En las últimas décadas Chile ha tenido un impresionante desarrollo de su mercado de capitales. Y si bien este funciona bien para las grandes empresas, subsisten importantes desafíos para financiar a los nuevos entrantes, sin reputación y más riesgosos. Por ejemplo, la atracción de inversionistas extranjeros, con perfiles de riesgo y plazo diferentes a los inversionis- tas locales. Lamentablemente, casos como Cascadas o el uso de información privilegiada sólo contribuyen a ahuyentarlos.
La obra y reciente visita de Piketty han puesto a la desigual distribución del capital en el centro del debate. En mi opinión, el tema fundamental es otro: más que su tenencia, lo que debiera importar es que exista amplio y competitivo acceso a financiamiento para los proyectos de los miles de capitalistas del mañana repartidos entre nosotros. En mercados financieros desarrollados el capital podrá estar concentrado pero cambia de manos. Ahí las empresas nacen y mueren al ser desafiadas por nuevas ideas. En mercados financieros subdesarrollados, la competencia e innovación se resienten y el capital se concentra intergeneracionalmente.