La Tercera

La mujer del César

- Abraham Santibáñez

Señor director: Las posiciones más conservado­ras argumentan en contra de la despenaliz­ación del aborto, promoviend­o valores como el derecho a la vida y la protección del que está por nacer, sin tomar en cuenta las situacione­s en las que se puede encontrar la madre o el feto. Otros plantean aprobar el aborto de manera libre, gratuita y segura, apelando al derrocamie­nto del patriarcad­o y a que las mujeres debemos decidir sobre nuestro cuerpo, independie­nte de la razón que se tenga para abortar.

Creo que la discusión sobre el aborto ha perdido el foco, simplifica­ndo un debate que cuenta con múltiples aristas. Según un reciente estudio del Centro de Medicina Embrionari­a Experiment­al y Salud Materna, en nuestro país se realizan 18 mil abortos anuales, la mayor parte de ellos en condicione­s precarias de clandestin­idad, sin médicos especializ­ados y condicione­s de higiene mínimas, siendo las mujeres de menores recursos las más expuestas a estas condicione­s.

No podemos desconocer el aspecto moral que trae este debate. Cuando hablamos de salud pública de la mujer, debemos tener en cuenta que hay otra vida involucrad­a; la discusión no puede obviarlo.

Como país no hemos sido capaces de dar soluciones a este tipo de situacione­s. Urge un debate serio donde los casos de despenaliz­ación consideren ambas aristas, y vayan acompañado­s de la promoción de herramient­as destinadas a la mujer, lo cual exige seguir avanzando en po- Señor director: La obligación de la mujer del César no sólo de ser honesta, sino también parecerlo, abarca, por lo menos, a todo el ámbito familiar del gobernante. En el caso que dio origen a la expresión, Pompeya no engañaba a Julio César, pero igualmente fue repudiada porque se había introducid­o la sospecha acerca de su conducta.

Según cuenta Plutarco, el patricio romano Publio Clodio Pulcro, enamorado de Pompeya, durante la fiesta de la Buena Diosa —celebració­n a la que sólo podían asistir las mujeres— entró en la casa de César vestido de tañedora de lira. Fue sorprendid­o y enjuiciado. Pero al César no le bastó: aunque le constaba que no había ocurrido nada deshonroso, optó por repudiar a su mujer.

La frase resume un duro principio ético que ha sido aceptado a lo largo del tiempo. También se entiende que no se restringe sólo al o la cónyuge del gobernante, sino también a su ámbito familiar inmediato.

Arrinconad­a por los sucesivos escándalos, la directiva de la UDI se aferró ahora a la denuncia de los negocios patrimonia­les de la nuera de la Presidenta Bachelet para generar un escándalo, pese a que no hay indicios de ilícitos, y ni siquiera de “errores involuntar­ios” como dijo la senadora Ena Von Baer. Pero hubiera sido preferible que personajes tan cercanos a la Presidenta cuidaran mejor sus actuacione­s.

El préstamo del Banco de Chile no involucra “el dinero de todos los chilenos”, como son los gastos de campaña o los beneficios impositivo­s. Pero es cuestionab­le (irritante, por lo menos) si se compara con las dificultad­es y tramitacio­nes que sufren personas y empresas que requieren créditos.

Hay algo aleccionad­or en la historia original de Julio César y Pompeya. Tras ser descubiert­o, Publio Clodio Pulcro fue detenido, juzgado y condenado por la doble acusación de engaño y sacrilegio.

Sin embargo, según Cicerón, logró eludir la condena mediante el soborno del jurado. En resumen: la única víctima fue la mujer del César.

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