Simce: medir versus evaluar
Señor director: En 25 años del Simce, los resultados siempre están por debajo de las expectativas. Es lógico levantar hipótesis para esto: los resultados ponen el acento en la medición y no en la evaluación, proporcionando a los colegios “datos” que no permiten gestionar y mejorar su quehacer.
Esta reflexión no es un juego de palabras: medir no es evaluar. Basta recordar parte de la definición de evaluación que propusiera nuestra Premio Nacional de Educación 2011, Erika Himmel. Para ella la evaluación es un “proceso que lleva a emitir un juicio respecto de uno o más atributos de algo o alguien, fundamentado en información obtenida, procesada y analizada correctamente”. Esta parte del concepto enfatiza la medición, que ha sido lo que ha ocurrido en los últimos 50 años en el sistema educativo chileno. Pruebas como Pisa, Tims, Saber (Colombia), Enlace (México) y el Simce han generado esta fiebre por lo psicométrico (test estandarizados).
Pero la definición de Himmel no termina aquí; agrega que esta forma de entender la evaluación se encamina a “mejorar los procesos educacionales y que produce efectos educativos en sus participantes, para lo que se apoya en el diálogo y la comprensión”. Justamente esta parte -fomentar el diálogo y la comprensión para alcanzar la mejorano se logra sólo con estos “datos” que entregan las pruebas Simce.
Debemos transformar los datos en información de valor. No es la cantidad de pruebas lo que pueda generar un cambio, sino la posibilidad de usar sus resultados poniendo el acento en cómo optimizar los procesos de enseñanza y lograr que los estudiantes aprendan más y mejor. Hasta ahora, con dos Simce más o dos Simce menos no lo hemos conseguido. Ese es el desafío -que creo que está al alcance-, pero para ello debemos cambiar el sentido o propósito del Simce: no sólo medir, sino evaluar para crecer y para mejorar. aumentado desde 2010.
Desde 2006, en promedio, la flota de buses se reduce en 185 vehículos por año y el Indice de Calidad de Atención al Usuario (ICA) tiene el mismo valor que cuando comenzó a medirse a mediados de 2012.
El último Balance de Gestión Integral de la Subsecretaría de Transportes (disponible en la web de la Dirección de Presupuestos del Ministerio de Hacienda) además indica que desde 2009 la cantidad de zonas pagas (claves para evitar evasión) se reduce a ritmo de cuatro por año, en promedio.
El Observatorio Transantiago, liderado por la Universidad de los Andes, publicó hace un par de meses todos los datos GPS de los buses (que el ministerio no había publicado por iniciativa propia), mostrando que la frecuencia y regularidad (y, por ende, los tiempos de espera) están estancados. El sistema no evoluciona.
Los datos duros y oficiales son muy claros: Transantiago no está mejorando, y el gobierno lleva años sin materializar las mismas medidas que vocifera deben tomarse.