Grecia: test democrático
ADOS SEMANAS del triunfo en Grecia de Siryza, partido de izquierda encabezado por Alexis Tsipras, se pueden plantear, a lo menos, un par de interrogantes: ¿Podrán los griegos resolver su aguda crisis a través de sus instituciones democráticas? y ¿cuál será el futuro de estas nuevas fuerzas de izquierda más radicales, alternativas a la socialdemocracia, que han surgido en algunos países de Europa? Las respuestas no son obvias.
Las primeras medidas del gobierno de Tsipras apuntan a paliar, en una dirección opuesta a las políticas de austeridad, la aguda crisis social que vive Grecia. El carismático ministro de finanzas Yanis Varoufakis, buscando abrir una negociación política directa con los gobiernos de la Unión Europea (UE), declaró a la “troika” (Banco Central Europeo, FMI y Consejo Europeo) interlocutor no válido. Una “reestructuración” de la deuda griega ha sido avalada, en estos días, por economistas como Krugman y Piketty. Por motivaciones más bien geopolíticas – el temor de un acercamiento de Grecia a Rusia- ha llevado a Obama a dar un sorpresivo y fuerte respaldo al nuevo gobierno de Tsipras.
Hasta ahora la posición griega no ha encontrado aliados en los países de la UE. A la tibia acogida de los gobiernos socialdemócratas de Francia e Italia se suma la cerrada negativa del ministro de Finanzas alemán a una renegociación. “No se puede ganar elecciones a costa de terceros”, declaró Schäuble. “No nos humillen”, respondió el ministro de Finanzas griego en un tono de advertencia más que de resignación.
El gobierno de Tsipras ha argumentado que aquí está en juego la voluntad democrática de los griegos y que no considerarla enviaría la señal de que la democracia carece de valor a la hora de resolver los problemas de los ciudadanos. Según una última encuesta, el apoyo al gobierno se había elevado al 75%. Resulta evidente que la soberanía democrática de cada uno de los países de la UE no tiene el mismo valor ni en lo económico ni en lo político. Que existe una clara asimetría y que el voto de un alemán no pesa lo mismo que el de un griego. En países como Grecia, la democracia podría no estar permitiendo resolver, en el marco de su espacio de soberanía, sus problemas relevantes.
Por su parte, en el campo socialdemócrata existe consenso en que su actual declive comenzó cuando para los ciudadanos se volvió indiferente que gobernara la derecha o la socialdemocracia, pues las recetas de “austeridad” y los recortes sociales eran los mismos. Por ese intersticio se abrió paso una nueva generación de izquierda, más radical y pragmática, con gran manejo de la “telepolítica”, y nativa de las redes sociales. Si la emergencia de esta izquierda será solo un revulsivo temporal que se saldará con una regeneración de la socialdemocracia europea o bien abrirá un nuevo espacio político –como los partidos verdes en los 70- es algo que está por verse y que hoy tiene uno de sus momentos fundacionales en la crisis griega y en la manera como la gestionará esta nueva izquierda. Es evidente que la soberanía democrática de cada uno de los países de la UE no tiene el mismo valor ni en lo económico ni en lo político.