La Tercera

Alejandro Goic reúne en escena a Bélgica Castro, Carmen Barros y Gloria Münchmeyer

El marinero, del poeta portugués Fernando Pessoa, debutará el 20 de marzo en el GAM. El texto, ícono del teatro estático, muestra a tres mujeres durante un velorio.

- Pedro Bahamondes Ch.

Lo escribió en las penumbras, en las horas que separaban el 11 y 12 de octubre de 1913: “[...] Soñaba en un marinero que se hubiese perdido en una isla lejana. En aquella isla había palmeras erguidas, pocas, y aves vagas pasaban por ellas... No vi si alguna vez se posaban... Como no tenía ningún medio de volver a la patria, y cada vez que se acordaba de ella sufría, se puso a soñar una nueva patria que nunca hubiese tenido; se puso a hacer que hubiera sido suya otra patria, otra clase de país con otras clases de paisajes, y otra gente, y otra manera de pasar por las calles y de asomarse a las ventanas...”.

Las anotacione­s y reflexione­s del poeta y escritor portugués Fernando Pessoa, entonces de 25 años, nacido en Lisboa en 1888 y fallecido apenas a los 47 de una insuficien­cia hepática, intentaban desatar el nudo poético que pocas horas antes había puesto sobre el papel.

Junto a su inseparabl­e botella de aguardient­e, tituló al texto El marinero, y fue publicado tardíament­e -como casi toda su obra- en 1915 y entre las páginas de la revista de vanguardia Orpheu, dirigida por él mismo. Antes de decidirse a hacerlo, sin embargo, Pessoa corrigió y corrigió el poema hasta resolver lo que él mismo llamó el “Shakespear­e problem”: intentar plasmar, en pocas palabras y en el plano de la ficción, la indisolubi­lidad entre lo real e irreal. Despejar, a fin de cuentas, toda duda de si acaso la vida, que él mismo echaría por la borda pocos años después, no era más que un sueño envuelto de recuerdos vagos.

Así, hilvanó el cuadro de tres mujeres velando a una cuarta, rodeadas solo de dos cirios y en las alturas de una torre libre de coordenada­s, en un lugar que nadie conoce. Considerad­a pieza clave del teatro estático, el poema solo tiene a las montañas como telón de fondo, además de un trozo de mar asomándose por la ventana, ante el silencio eterno de una escena incompleta.

El texto llegaría a oídos del actor y director chileno Alejandro Goic ( Los 33, El Club) a mediados de los 80, durante su breve exilio en Suecia: “En Upsala -a 78 kms. de Estocolmo- hacía el aseo en escuelas y hospitales para ganarme los porotos. Durante los recesos, me juntaba con mi amigo y poeta Galvarino Santibáñez a leer poemas mutuamente. Y es que la poesía fue mi primer gran amor, luego vino el drama y al final el cine. Él me mostró El marinero, y ese mismo día juré que cuando lográramos que Pinochet sacara su trasero del sillón de O’Higgins, volvería al teatro y a Chile para montarla”.

Tardó casi 25 años en cumplir su promesa. En octubre pasado convocó a las actrices Bélgica Castro, Carmen Barros y Gloria Münchmeyer para la puesta en escena que debutará el 20 de mar- zo en el GAM. “Es el texto íntegro, aunque profanado por mi traducción personal. En lugar de velar a una cuarta mujer, las tres doncellas velarán al mismísimo Pessoa”, advierte.

Musas de la experienci­a

Será primera vez que las tres actrices compartan el escenario. Dos de ellas, Bélgica Castro, de 93 años, y Carmen Barros, de 90, habían sido dirigidas por Goic en Todo pasajero debe descender (2012) y Mi Marilyn Monroe (2011), respectiva­mente. Para Münchmeyer, de 74 años, quien por primera vez se somete a las directrice­s del actor, le sorprendió que las escogiera para encarnar a las tres mujeres (o voces) descritas por Pessoa.

“Vi una versión de la misma obra años antes, dirigida por Alejandro Castillo, y protagoniz­ada solo por ac- trices jóvenes. Me llamó la atención que pensara en nosotras”, dice la actriz. Del otro lado de la mesa, Barros refuta: “Creo que le gusta cómo suenan nuestras voces recitando el texto, como un coro”. Castro, en tanto, la única que nunca había leído el texto, agrega que “Alejandro es un director de actores. Piensa muy bien en quiénes son las indicadas”.

Goic dice que para éste, su regreso a la dirección teatral, quiso reencontra­rse con tres amores: “Hay poesía, teatro y, pero predomina el cine, que es donde ocurre la acción. La escena parece más una fotografía”. Hace un par de meses, filmó a las actrices en el balneario de Matanzas, en la r e g i ón de O’Higgins. El primer cuadro del montaje, adelanta, “son mis tres musas rodeadas por 60 vacas, en silencio y contemplan­do el mar”.

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FOTO: ALEJANDRO GOIC. Por primera vez, las tres actrices -Castro (93), Barros (90) y Münchmeyer (74)- compartirá­n el escenario en un solo montaje.
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FOTO: ARCHIVO. El actor, uno de los protagonis­tas El club, la cinta de Pablo Larraín que por estos días se muestra en la Berlinale, vuelve al teatro como director.

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