Inach reactiva investigación antártica en base Yelcho tras 17 años
Instituto Antártico Chileno invirtió 200 millones de pesos para adaptarla a la nueva realidad científica del país. Base original, construida en 1962, tenía 50 metros cuadrados y solo podía albergar a siete personas.
La bióloga Solange Jara, junto al equipo que dirige el científico Gustavo Chiang, evalúan hace tres años la concentración de contaminantes órganicos persistentes (COPs) en organismos marinos de la Antártica y la Patagonia. Los COPs, según explica la investigadora, son compuesto tóxicos que llegan a través de la atmósfera al continente blanco afectando el ciclo reproductivo de las especies que aquí habitan.
“Estos contaminantes están prohibidos por el convenio de Estocolmo, pero alguno de ellos, como el DDT, se sigue utilizando para controlar la malaria”, explica Jara, quien se transformó en la primera investigadora en utilizar los nuevos laboratorios de la base Yelcho del Instituto Antártico Chileno (Inach), la que fue reinaugurada la semana pasada tras 17 años de inactividad.
“El Inach habilitó laboratorios con los que pudimos realizar nuestras actividades de una manera cómoda, contamos con equipos, material necesario para la investigación, faltan algunos detalles por ser la primera temporada, pero en realidad las condiciones son óptimas”, agrega Jara, quien está terminando su doctorado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Concepción.
La base Yelcho está ubicada, en isla Doumer, a la entrada suroriental de Bahía del Sur, en la península Antártica. Está muy cerca de la Estación Palmer del Programa Polar de los Estados Unidos y la base Gabriel González Videla, de la Fuerza Aérea de Chile.
Este centro de investigación data de 1962, cuando fue inaugurado por la Armada, institución que luego la cedió al Inach, en la década de los 80.
Felix Bartsch, jefe del Departamento Soporte a la Ciencia del Inach, señala que la base original, de la cual se conservaron y remodelaron sus instalaciones, contaba con no más de 50 metros cuadrados cons- truidos, entre bodegas, alojamiento y laboratorios. En la actualidad, y tras invertir 200 millones de pesos, la superficie se amplió a 200 metros cuadrados.
Hasta los años 90, la capacidad para albergar científicos y personal de apoyo era de apenas siete personas, hoy, en cambio, la base puede recibir a 15 personas, además de contar con internet y telefonía IP.
Bartsch agrega que la próxima temporada seguirán las ampliaciones y el perfeccionamiento de los laboratorios, que contempla la construcción de acuarios.
La última vez que operó la base Yelcho con fines científicos, fue en 1998. El profesor del Instituto de Ecolo- gía de la Universidad Austral, Carlos Moreno, fue uno de los que alcanzó a trabajar antes de ese año.
“Mi grupo de investigación fue muy seguido a esta base desde el año 1989. Pudimos hacer muchos estudios y publicar papers que hoy siguen vigentes”, dice Moreno.
El investigador señala que las base tiene una ubicación privilegiada y recuerda que en la bahía, de 200 metros de profundidad, pudieron realizar estudios sobre los peces antárticos.
“Este lugar va a dar nuevo brío a la ciencia antártica marina”, afirma César Cárdenas, jefe científico de la base, quien hoy retorna a Punta Arenas junto a los in- vestigadores. A fin de año regresará nuevamente junto otros científicos.
La reactivación de la base coincide con el alza de la investigación en este continente. Tal como lo informó La Tercera, en diciembre, en los últimos siete años el número de proyectos científicos se ha triplicado, pasando de 29 en 2007 a 84 en 2014, y abarcando más de seis líneas de estudios.
Este salto tiene su origen en una alianza estratégica que se gestó hace casi una década con la Comisión Nac i onal de I nvest i g a c i ón Científica y Tecnológica (Conicyt), la que permitió conseguir nuevos recursos, a los que se puede acceder vía concursos públicos.