Desaire en Bolivia
DURANTE LA ceremonia de cambio de mando en Bolivia -que se realizó el 22 de enero pasado-, en la que el Presidente Evo Morales asumió su tercer período como gobernante, se entonó el denominado “Himno al Litoral”, composición que se refiere a la aspiración de esa nación de recuperar las ciudades chilenas de Antofagasta, Calama y Mejillones, ubicadas en la Segunda Región. En el mencionado acto se encontraba presente el Presidente de la Corte Suprema chilena, como representante oficial del Estado de Chile, quien justificadamente manifestó que se sintió “agredido”.
Lo ocurrido en esa ocasión es otro más de los diversos gestos hostiles que La Paz viene acometiendo contra nuestro país en el último tiempo y que forman parte de una equivocada campaña comunicacional mediante la cual busca reivindicar su demanda marítima. Es lamentable que este afán del gobierno boliviano ni siquiera respete la solemnidad que merece un acto de tan alta significación como la investidura presidencial, y se ofenda a quienes han sido oficialmente invitados a dicha ceremonia. En este sentido, es bienvenida la señal de rechazo que manifestó La Moneda y diversos personeros políticos al agravio de que fue objeto Chile y el presidente de la Corte Suprema.
Esta nueva ofensa confirma el nulo interés de La Paz por recomponer genuinamente las relaciones con Chile, y confirma la inutilidad de retomar la agenda de los 13 puntos, tal como pretende Bolivia, en especial cuando dicho país mantiene a firme su decisión de seguir adelante con la demanda que interpuso en contra de Chile ante el tribunal de La Haya. Si la administración de Morales pretende restituir las confianzas entre ambas naciones, es el país altiplánico el llamado a crear las condiciones para lograr dicho objetivo.