David Carr: Adiós a un periodista de la vieja escuela experto en el mañana
Para quienes lo conocieron en el documental, Page One (2011), el excelente registro sobre The New York Times y los hombres y mujeres que hacen el diario más influyente del mundo, David Carr se convirtió en estrella. Se robó las cámaras con su sentido del humor, con su pasión por habitar los pasillos del lugar, y por reportear con hambre, como los periodistas de antes,; esos de sombrero y gabardina que no sueltan el teléfono hasta que tienen la respuesta.
Para quienes seguían sus columnas, en el blog The Media Equation, era un experto en medios, nuevos y viejos, un evangelistas de redes sociales y convergencia digital, con una prosa directa, aguda y siempre divertida.
Para quienes lo vieron alguna vez haciendo The Carpetbagger, una serie de videos caseros filmados de manera amateur en la alfombra roja de los Oscar o los Globos de Oro, era un periodista simpático experto en cine.
Y para quienes han leído su libro The night of the gun, era un sobreviviente. No son memorias, porque mucho de lo ahí descrito Carr no lo recordaba y lo tuvo que reportear con los testigos; es su autobiografía, de cómo cayó en lo más profundo de las adicciones -crack- y cómo se rearmó. Carr fue padre de mellizas, y al ver que la madre también era adicta y que las niñas no tenían a nadie más que a él, se limpió, trabajó, armó una brillante carrera que lo llevó a convertirse en uno de los nombres más reconocibles de The New York Times. Después vino el cáncer y una nueva salvada, un nuevo matrimonio, otra hija más, fotos felices y orgullosas de la familia en redes sociales.
El jueves, haciendo honor a su fama de reportero apasionado, David Carr, de 58 años, se desmayó en la redacción de su diario. Murió en el hospital esa misma tarde.
The New York Times, y el periodismo hecho por los que aman el oficio, no serán lo mismo sin él.