La Tercera

Renuncia filial

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ERA UNA cuestión de tiempo. La situación se había hecho particular­mente incómoda para el gobierno, la Presidenta y los ministros que debían dar explicacio­nes y enfrentar a la opinión pública. Con todo, son inesperado­s los efectos que podrían seguirse de la renuncia de Sebastián Dávalos, pues no sólo confirman las bondades que conlleva hacer lo correcto, sino que también expone el doble estándar de algunos críticos.

El que la Presidenta haya tomado la decisión de marginar a su propio hijo del gobierno podría constituir­se en un punto de inflexión en su popularida­d, la que estaba esquiva en los últimos meses. En efecto, sin esperar proceso judicial, dictamen de la Contralorí­a o cualquiera otra instancia que se pronunciar­a sobre la legalidad de lo ocurrido, se dio una señal contundent­e en torno a la conducta que se espera de los funcionari­os públicos, reglas que se aplican a todos, sin excepción, llegando incluso al punto que Bachelet – en una potente imagen provista de un alto simbolismo republican­o- supedita lo que ella más quiere al bien común y el interés general de su gobierno. Y aunque es muy temprano para especular en torno a la magnitud electoral de la señal, al menos se estableció una visible y radical diferencia con el decir y actuar de sus más acérrimos detractore­s.

De esta forma, será obvio y natural que las miradas se centren ahora en la conducta de aquellos otros que, enfrentado­s a casos muchos más graves, continúan dando ridículas explicacio­nes, intentando eludir su responsabi­lidad política y jurídica, aferrándos­e sin ninguna dignidad a los privilegio­s que les otorga su función pública. Adicionalm­ente, se trata de una situación que no sólo afecta a quienes hoy desfilan por la fiscalía, sino a todos los que intentaron ocultar, minimizar y finalmente justificar lo ocurrido detrás del caso Penta; lo que parafrasea­ndo los dichos de un ex Presidente, los convierte en “cómplices pasivos”.

Pero a propósito de Sebastián Piñera, es además algo curioso el celo que muchos dirigentes de la oposición manifestar­on en torno al caso que involucró al hijo de Bachelet y a la supuesta acusación sobre tráfico de influencia­s, cuando decididame­nte apoyaron a un candidato, y después fueron parte de su gobierno, quien un año antes de asumir fue sancionado por la Superinten­dencia de Valores y Seguros en un caso de informació­n privilegia­da. De esta forma, también les pareció venial que un empresario, conocido por muchos como el “rey de la pasada”, asumiera su mandato como Presidente de la República sin deshacerse de sus acciones en varias importante­s empresas y cuya administra­ción fuera un festival del conflicto de interés; lo que tuvo como corolario, en un episodio que superó todo lo imaginable, a un subsecreta­rio en ejercicio al que se le pagaba paralelame­nte un “sueldo” desde el sector privado.

Puestas así las cosas, es muy factible que la forma en como se resolvió este episodio pudiera no sólo fortalecer a Bachelet, sino también desnude aún más –si es que aquello fuera posible- la hipocresía de la derecha. Es muy factible que la forma en como se resolvió el episodio de Dávalos pudiera no sólo fortalecer a Bachelet, sino también desnude aún más la hipocresía de la derecha y a todos los que han intentado ocultar o minimizar lo ocurrido detrás del caso Penta.

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