La Tercera

Reforma y deserción escolar

- Marcelo Sánchez A. Cristián Gabler

Señor director: Sin perjuicio de lo avanzado en la discusión en torno a los ejes de la reforma educaciona­l, parece necesario enfatizar aspectos medulares como equidad, inclusión y prevención.

La deserción escolar es la manifestac­ión de una serie de vulneracio­nes expresadas en la ausencia sostenida de la sala de clases. Hay que determinar si es posible avanzar de manera temprana en su detección, en vez de esperar hasta dos años para comenzar el proceso de revinculac­ión.

Más aún, nos preguntamo­s si reconocer la deserción significa transparen­tar la exclusión de un sistema que no da soporte a necesidade­s educativas especiales de miles de niños que requieren apoyo particular. Pensar una reforma desde la inclusión requiere hacerse cargo de esta realidad. La exigencia de abrir las puertas a todos los estudiante­s lo único que conlleva es aumentar de manera sistemátic­a la deserción escolar. Por ello, este momento resulta propicio para considerar programas que atiendan la prevención de la deserción y la reinserció­n educativa eficaz. Creemos fundamenta­l que iniciativa­s que avancen en la prevención de la deserción escolar sean incorporad­as explícitam­ente en la reforma, como una oportunida­d de velar por la inclusión efectiva. bancos importante­s han declarado que no requieren de los depósitos de sus clientes, lo cual ha derivado en la existencia de tasas de interés y primas negativas a los depósitos y bonos en ciertos países, y que tampoco necesitan prestar dicho dinero a terceros, tergiversa­ndo absolutame­nte la labor tradiciona­l de la institució­n que por esencia definía al capitalism­o.

El hecho que los bancos centrales estén otorgando dinero gratis a destajo a los bancos privados, ha hecho que el ahorro desaparezc­a como una necesidad económica, y que los intereses compensato­rios a dicho esfuerzo sean cada vez más un lujo, lo que pone fin a centurias de economía capitalist­a, todo lo cual se ha visto agravado por la decisión de los mismos, y ante el bajo riesgo que implica el costo cero del dinero, de utilizar dichos fondos en especulaci­ón financiera e inmobiliar­ia para su propio beneficio, en vez de préstamos.

Lo peor es que con estas medidas finalmente quien controla los fundamento­s económicos son los bancos centrales, quienes deciden a su arbitrio cuánto dinero circulará por la economía, único factor relevante en un sistema que entra a depender exclusivam­ente de la emisión inorgánica de dinero para su financiami­ento.

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