En la Libertadores, la justicia no aplica
Los xeneizes visitaron a Palestino y se llevaron el triunfo por 2-0. Los tricolores merecieron sumar, pero la visita fue más eficaz.
No es el Boca Juniors más poderoso de l a hi s t or i a . Tampoco el de juego más sólido, ni el favorito indiscutible del campeonato argentino o de la Copa Libertadores. Pero es eficaz. Tiene jerarquía, además. Y una tradición que lo avala en el torneo continental. Con eso, al atardecer de ayer, le alcanzó -y, hasta, le sobró- para superar por 2-0 a un Palestino que sigue ilusionando, más allá de no haber podido sumar en su retorno a la fase de grupos de la clásica cita de los clubes americanos.
Jugó bien el cuadro de Pablo Guede. No es novedad. Se le plantó firme a la visita, como quiero adueñarse de una Plaza Chacabuco que, históricamente, ha sido patrimonio futbolístico de una colonia diferente a la árabe, que llegó con la legítima ilusión de seguir sorprendiendo con un equipo que se ha ganado con justicia su condición de underdog, término inglés que señala a aquel sorpresivo competidor que todos dan por seguro perdedor a priori.
En justicia, Palestino, la oncena de Guede, debió sumar contra el Boca de Arruabarrena. Si Marcos Riquelme hubiese andado más inspirado, más certero, más fino, más inmisericorde en el área de los argentinos, pudo ponerse en ventaja tempranamente. Pero fue un partido opaco para el ariete, que no aprovechó el par de ocasiones claras que tuvo para batir a Agustín Orión.
Luego, Díaz tuvo, tras un balón detenido desde la derecha, otra jugada que pudo significar la apertura del marcador. Su palomita salió recto al cuerpo del portero visitante.
En rigor, hasta el minuto 38, Palestino mereció un gol. Lo buscó. Elaboró bien el juego, con Leo Valencia arrancando y desequilibrando por derecha, encontran- do en reiteradas ocasiones a un desatendido y, por ende, desmarcado Riquelme ingresando por izquierda.
Los tricolores imponían su ritmo, aceleraban en el mediocampo, incomodando a los visitantes, que debían recurrir a sus tres delanteros como agentes complementarios de su línea de volantes. No podía urdir Boca. No generaba peligro.
Pero, ante un equipo con jerarquía, con tradición en este torneo, no hay margen para darle ocasiones. Y Palestino le dio una a los argentinos. Suficiente para que te facturen.
Se ponía en ventaja Boca, a poco del entretiempo, y esos minutos se hicieron eternos para los tricolores. Sintieron el golpe y, antes de irse al descanso, pareció que el castigo podía ser, incluso, peor que la desventaja por la cuenta mínima tras el gol conseguido con un sutil toque de revés de Andrés Chávez para superar el achique de Darío Melo.
Luego de las instrucciones de Guede, Palestino retomó las formas. Y, sobre todo, el fondo de juego. Ése que lo caracteriza y que lo puso de vuelta en la fase de grupos de la Libertadores luego de 36 años.
Presionó, metió y buscó. Pero no llegaba riesgo real a Orión.
De cualquier modo, parecía que el local empataría. Lo merecía.
Sin embargo, no por repe- tido es malo recordar que la injusticia en los resultados es parte integral del fútbol.
Pese a que, estando en ventaja, Boca parecía más empoderado del partido, los árabes seguían buscando el desequilibrio y la sorpresa a través de desbordes por los flancos, sobre todo tras el ingreso de César Valenzuela y Mathias Vidangossy.
No obstante, jerarquía y eficiencia le sobra a un cuadro xeneize que no está en ningún compendio de juego brillante o lucido. No lo necesita. Tiene lo otro.
Con eso, a los 69’, Palacios puso el segundo tanto, de nuevo entrando solo y quedando mano a mano con el arquero chileno. Partido terminado.
Desgracia para un Palestino que, seguramente, en sus cálculos asumía que éste era un partido donde podía resignar el resultado. Mas merecía algún punto. En justicia, debió sacar algo del duelo.
Es frecuente que el fútbol no le dé a cada cual lo que le corresponde. Y Palestino, el underdog, contra Boca, corroboró ese axioma.