La U se resigna a sanciones y alista plan de contingencia
La Conmebol cuenta con todos los antecedentes de los desórdenes del martes en la barra azul. El castigo se prevé drástico. En Azul Azul asumen que la conducta de los fanáticos los perjudicará y se abren a permitir sólo el ingreso de abonados.
El murmullo de reprobación fue generalizado. Los más de 20 mil fanáticos azules que presenciaban en el estadio el juego entre Universidad de Chile y Emelec de Ecuador supieron de inmediato que las bengalas que se encendieron al final del partido en el codo sur costarían caro.
Los azules contaban con antecedentes frente a la Conmebol y, de hecho, la condicionalidad de la confederación sobre el club laico implicaba que, a la más mínima situación irregular del público, las sanciones caerían de manera implacable sobre el equipo dirigido por Martín Lasarte.
Pero a los subversivos no les importó nada. Ni las pifias del público, que los instaban a apagar las bengalas, ni la campaña del club para evitar desórdenes, ni los estrictos controles para ingresar al estadio (con cuatro revisiones de cédula de identidad incluidas), ni las advertencias por los altoparlantes cada vez que explotó una bomba de ruido mientras los chilenos eran incapaces de vencer a los ecuatorianos.
La preocupación de los hinchas que cuestionaron las bengalas se justifica con creces. La Conmebol es estricta en la materia y en su reglamento no deja mucho espacio a la interpretación.
En primer lugar, y pese a que en Chile nadie se atrevió a asumir públicamente alguna responsabilidad, según los estatutos de la asociación sudamericana, la incumbencia del comportamiento del público recae sobre “las asociaciones miembro y los clubes”, así como también la responsabilidad de la seguridad dentro y