Nepotismo: empresas familiares y el caso Dávalos
Frecuentemente se acusa a las empresas familiares de nepotismo, es decir, de favorecer a los miembros de la familia que trabajan en ella con privilegios especiales. Estos beneficios suelen expresarse de variadas formas, tales como un cargo o posición en la empresa que excede las capacidades de un familiar, un sueldo mayor al que le corresponde a ese cargo, una oficina más grande, jornadas de trabajo reducidas u horarios especiales, más vacaciones, regalías, etc. Esto ocurre, sin duda, en muchas empresas familiares, especialmente aquellas menos profesionales, donde no existe la “meritocracia”, es decir, la promoción interna en base al mérito de las personas. Sin embargo, el nepotismo también está presente en otras instituciones.
El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define nepotismo como una “desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos”. Proviene del latín nepos que originalmente significa nieto, pero que luego se ha aplicado a descendientes o parientes y, en particular, a los sobrinos. De ahí se deriva nephew, sobrino en inglés.
Ha habido innumerables casos de nepotismo a lo largo de la historia. En la antigua Grecia, Pisístrato -que gobernó Atenas en el siglo VI a.C.- ofreció los máximos cargos políticos a miembros de su familia y amigos en los que tenía absoluta confianza para evitar que otros lo derrocaran. En el Imperio Romano, Pompeyo otorgó importantes responsabilidades a su yerno Metelo Escipión, de nula capacidad en el ámbito militar, por lo cual fue denunciado por Marco Antonio ante el Senado. Napoleón Bonaparte permitió que gran parte de sus familiares trabajara en su gobierno y nombró a su hermano José (apodado Pepe Botella por su afición al alcohol) como rey de España. En la Iglesia Católica también hubo papas en la Edad Media que favorecieron a sus sobrinos con el manejo de bienes de la iglesia. Incluso algunos papas ascendieron a sus parientes a cardenales. Por tal motivo, en el siglo XVII el papado prohibió la investidura eclesiástica a cargo de los parientes.
En épocas recientes también ha habido conocidos casos de nepotismo en la función pública. Tal vez el más famoso es el de Raúl Salinas de Gortari, hermano de Carlos, quien fuera Presidente de México entre 1988 y 1994. Se le acusó de enriquecimiento ilícito, lavado de dinero, narcotráfico y hasta asesinato de otro político. En 1999, Raúl Salinas de Gortari fue sentenciado a 50 años de prisión, aunque finalmente sólo cumplió 10 años de condena.
En los últimos días, hemos conocido en Chile el caso de Sebastián Dávalos -hijo de la Presidenta de la República- y el millonario crédito que concedió el Banco de Chile a la empresa Caval, de la cual su esposa es socia. Aunque este bullado caso ha sido acertadamente tipificado como “tráfico de influencias”, también podría presentar claros ribetes de nepotismo, dos términos que son parientes muy cercanos. Nadie duda que sin la presencia del hijo de la Presidenta, ese crédito no se hubiera concedido.
Por otra parte, Dávalos era director del Area Sociocultural de la Presidencia , un cargo creado en 1990 durante el gobierno de Patricio Aylwin y que ha sido ocupado en el pasado por las primeras damas. Si bien es ad honorem y sin beneficio de ningún tipo, según declaró la propia Presidenta Bachellet en marzo de 2014, tiene a su cargo el presupuesto de siete fundaciones: Integra, Tiempos Nuevos, Orquestas Juveniles, Chilenter, Artesanías de Chile, Promoción y Desarrollo de la Mujer y Fundación para la Familia. Más allá de los méritos que haya tenido Sebastián Dávalos o sus antecesoras para desempeñar esta función, me parece que los presidentes de Chile debieran evitar toda vinculación de sus parientes con cargos públicos, aunque sean sin remuneración.
Así, podemos comprobar que el nepotismo no sólo es un problema que afecta a las empresas familiares, sino también -y especialmente- a la administración pública. Tenemos que erradicar estas malas prácticas.