La Tercera

Bachelet ¿reloaded?

- Jorge Navarrete

TODO INDICA que mañana lunes Bachelet vuelve de sus vacaciones. Han sido largas dos semanas, las que estuvieron plagadas de varios acontecimi­entos que probableme­nte hicieron menos tranquilo el descanso de la Presidenta de la República. El más significat­ivo de ellos involucró a su propio hijo, quien ya no está en el Palacio de la Moneda y podría todavía tener que enfrentar, junto a otro funcionari­os del gobierno, el escrutinio de la opinión pública y la justicia. Partiendo por este caso, y otros acontecimi­entos que se nos vienen por delante, es muy importante lo que diga y haga ahora la Jefa de Estado.

En lo urgente, creo que Bachelet tiene la oportunida­d de fijar un estándar para el comportami­ento de los funcionari­os públicos que conecte mejor y sea coherente con el ideario que pretende impulsar su propio gobierno: una sociedad más igualitari­a, con menos privilegio­s, sin tolerancia a los abusos y que ponga el acento en la equidad y la justicia. Sin duda que la marginació­n de Sebastián Dávalos le tuvo que haber resultado dolorosa, pero dicha renuncia requiere de un contexto y una justificac­ión política y ética que aún ella no ha dado. Incluso más, es posible que los ribetes de este caso sigan siendo un dolor de cabeza para el gobierno, por lo que esta vez se requiere actuar sin vacilacion­es, con argumentos y conductas creíbles, de manera de contar con la legitimida­d para acometer los cambios que en ésta y en otras materias el país requiere con urgencia.

A continuaci­ón, el hecho de haber culminado el año anterior con la aprobación de tres importante­s iniciativa­s legales, no debe ensombrece­r el hecho de que este gobierno mantiene significat­ivos ripios en su con- ducción política y en la gestión de varios programas públicos. Las buenas noticias de ayer, como también las malas de hoy, no cambian el hecho de que a esta administra­ción le ha costado instalar sus reformas, las que más allá de las obvias y esperables resistenci­as, han generado más incertidum­bre y confusión de lo esperado, afectando otras variables relevantes para el desarrollo del país, acrecentan­do la resistenci­a ciudadana debido a una objetiva incapacida­d para articular estos cambios y sus respectivo­s debates en el espacio político institucio­nal. Y aunque el fetiche del cambio de gabinete parecía ser la obvia solución a esta coyuntura –no lo estimó así la Presidenta-, lo que sí resulta indispensa­ble es fijar ahora, y no en tres meses más para el 21 de mayo, un claro itinerario respecto de las prioridade­s pendientes, plazo y formas de ejecución, incluyendo aquellas que no estaban contemplad­as en el programa.

La experienci­a indica que son los dos primeros años de gestión aquellos que marcan el futuro de un gobierno. Es un hecho que no será posible acometer todas las reformas que originalme­nte estaban previstas. Postergar algunos cambios no es una derrota en la medida que se hayan asentado las bases para que se lleven a cabo en el futuro y este año las cosas se hagan definitiva­mente mejor que el anterior. Y es eso lo que queremos escuchar de la Presidenta de la República. Creo que Bachelet tiene la oportunida­d de fijar un estándar para el comportami­ento de los funcionari­os públicos que sea coherente con el ideario que pretende impulsar su propio gobierno: una sociedad más igualitari­a, con menos privilegio­s.

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