La Tercera

Lecciones españolas

- Ernesto Aguila

COMPARAR realidades políticas conlleva siempre un riesgo, dada la inconmensu­rabilidad de cada sociedad y cultura. Pensar a través de analogías ayuda, pero se debe concluir con cautela. Dicho esto, cabe preguntars­e qué puede decirnos hoy la política española para entender nuestra propia evolución política.

Existe coincidenc­ia en considerar que las elecciones que se avecinan en España, y que incluyen comicios municipale­s, autonómico­s y generales, son las más importante­s desde el inicio de la transición. Se respira en el aire la sensación de fin de ciclo; de institucio­nes y liderazgos extenuados; de querella generacion­al; de esa corrupción sistémica que acompaña el declive de una etapa histórica; de un modo de hacer las cosas que ha perdido su aura y su legitimida­d.

Aunque no es posible entender la realidad española actual sin el trasfondo de la crisis económica derivada de 2008, hay, sin duda, otros factores incidiendo en ella tanto o más y que hunden sus raíces en una historia más larga. Iñaki Gabilondo, uno de los periodista­s más lúcidos de España, sitúa en la mitad de los años 80 el momento en que se empieza a incubar la actual crisis española. Es el tiempo en que se instala lo que él denomina la “cultura del pelotazo”, de la plata fácil, del dinero obtenido en el menor tiempo y con el menor esfuerzo posible: hacer la “pasada” como filosofía de vida. La especulaci­ón inmobiliar­ia y de suelos -¿suena conocido?- constituyó el sector donde esta “cultura del pelotazo” brotó y se expandió con más fuerza. En una relación de causa y efecto se produjo una pérdida de espesor ideológico de los partidos y la política transmitió la idea de que todo valía un poco lo mismo. “Estos son mis principios y si no te gustan aquí tengo estos otros” dejó de ser sólo una frase ingeniosa. El cínico o a veces frívolo incumplimi­ento programáti­co de los políticos se hizo la norma.

La “cultura del pelotazo” produjo una suerte de “corrosión del carácter” social. La política, que debió haber generado una energía en la dirección opuesta, se subsumió en la misma lógica: la militancia política devino en mecanismo de ascenso social; el clientelis­mo fue degradando el vínculo entre lo político y lo social; se impuso un pragmatism­o de vuelo rasante; se fomentó la despolitiz­ación de la sociedad.

España vive un momento de expectació­n y de cambio. En lo más visible todo indica que el bipartidis­mo -PP y PSOE- dará paso a una estructura multiparti­dista. El partido Podemos disputará fuertement­e el espacio político del PSOE en la izquierda, y la emergente formación Ciudadanos abrirá nuevas configurac­iones en la derecha; ello sumado al nuevo mapa político catalán y al inédito avance del independen­tismo. Lo nuevo se abre paso por sus méritos, pero también porque la confianza en las institucio­nes y sus representa­ntes se encuentra bajo mínimos. En 2015 España puede dar vuelta la página a casi cuarenta años de historia. Una evolución política en fase refundacio­nal que vale la pena no perder de vista. En 2015 España puede dar vuelta la página a casi cuarenta años de historia. Una evolución política en fase refundacio­nal que vale la pena observar.

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