La Tercera

“Arándanos en Pucón”

- Carlos Williamson B Claudio Ortiz

Señor director: La columna de José Ramón Valente, titulada como esta carta, plantea con crudeza la vida en las sociedades modernas donde el mercado determina el “valor” de las cosas. Su ejemplo sobre el contraste entre una caja de arándanos que se vende rápidament­e en un supermerca­do por $ 1.300 y los $ 2.000 que con dificultad­es cobra una Pyme agrícola en una feria artesanal, atendida por su dueña, ilustra dos dimensione­s. Lo primero es que la competenci­a es dura, aunque necesaria.

Las ventajas de costos de los supermerca­dos ponen en jaque a los productore­s artesanale­s que venden más caro. ¿Es un curso inexorable de la modernidad frente al cual nada podemos hacer? La señora de la feria reacciona a la pregunta de Valente de por qué vende más caro con una frase cargada de significad­o: “porque los cosecho yo, es mi trabajo y yo lo valoro mucho”.

El mundo de la economía se construye sobre relaciones impersonal­es donde prima el simple análisis de costo-beneficio. Es la cara “egoísta” de Adam Smith, necesaria para que los incentivos funcionen, pero a veces insuficien­te si queremos que el mercado adquiera una connotació­n valórica, no en el sentido de que exijamos altruismo -porque se paga-, pero sí reciprocid­ad. Valorar el trabajo de la señora que madruga para cosechar los arándanos puede hacer la diferencia al momento de negociar el precio, agregando un factor adicional que explique la voluntad de pagar más que su puro valor de intercambi­o.

Si queremos que Chile pueda seguir caminando por la senda del progreso que nos ha dado el modelo de economía de mercado, es preciso no sólo extirpar los abusos y actuar con probidad, sino, además, envolver las miles de transaccio­nes económicas en cuyo valor agregado hay esencialme­nte trabajo realizado “con el sudor de la frente”, con un manto de humanidad. que está en el Congreso sigue dormido, entonces?

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