Mejorar las instituciones
Señor director: Los hechos de corrupción que se vienen destapando los últimos años, con especial nitidez las últimas semanas, han validado los supuestos de una ciudadanía frustrada producto de sistemáticos abusos de poder. Integrantes de las clases política y económica han mostrado el lado más oscuro de su forma de ejercer, posicionando el egoísmo por sobre la honestidad de forma tan exitosa que se vuelve irrelevante diferenciar entre una dimensión ética y otra legal.
Cuando vemos al hijo de la máxima autoridad política junto al empresario más rico de Chile participando en un negocio que carece de legitimidad ética; al tasador del sitio vendido que luego es nombrado Seremi de vivienda, o a numerosos empresarios y políticos declarando en tribunales, quiere decir que algo se está descomponiendo.
El brutal contraste entre los valores que forjaron el Chile libre y democrático y el arquetipo moral que exhiben ciertas élites está provocando en las nuevas generaciones un conflicto de proporciones, fundamentado en la necesidad de compensación que su imagen de mundo y sociedad les demanda. En este contexto, cualquier intento de relativización resultará estéril.
Aspiramos a que el diseño de un nuevo y robusto marco de probidad sea un imperativo para el Poder Legislativo, deseando que se apegue hasta lo imposible al sentido ético común.
Ya pusimos la primera piedra al presentar un proyecto que redefine el financiamiento político. Permitámonos continuar creyendo que este es un camino, por mientras que arreglamos en serio la educación.