La Tercera

Desafíos post Piketty

- María de los Angeles Fernández

SI BIEN el sopor veraniego y situacione­s que amenazan la integridad de la vida pública han tendido a monopoliza­r la agenda, vale la pena recordar los ecos de la reciente visita del economista Thomas Piketty. Junto con reforzar la idea de que la desacelera­ción económica tiene causas externas (por la caída del cobre), dio un espaldaraz­o a la agenda reformista del gobierno, sumándose a pronunciam­ientos realizados por el FMI, la Cepal y la propia OCDE.

Sus palabras antecedier­on la aprobación de las reformas tributaria, electoral y educaciona­l, además del “acuerdo de unión civil”. Vienen por delante la laboral, la despenaliz­ación del aborto, un nuevo paquete en educación, por citar algunas. La ley de financiami­ento de la política cobrará, dados los acontecimi­entos, un renovado protagonis­mo. Con todo, en la Nueva Mayoría se ha venido pensando en la necesidad de esfuerzos adicionale­s: expresar las reformas en logros cotidianos y avanzar hacia una fuerza social que permita sustentarl­as.

Lo que depara el futuro, teniendo 2018 como eje ordenador, se viene tramitando en códigos individual­es (liderazgos) o procedimen­tales (mecanismos). ¿Y las ideas? No se observa ninguna muy nueva, aunque alguien dirá que con los ejes emblemátic­os del programa basta y sobra. ¿Será porque se piensa que el combate a la desigualda­d resulta obvio? Las resistenci­as descartan esta hipótesis y hasta Piketty señaló que “hay un nivel tolerable de desigualda­d, pero no una fórmula que lo determine”. ¿Se supondrá que, dado que la implementa­ción de las reformas trasciende­n al actual mandato, quien venga por delante tendrá que tomar la posta? Si bien hay consenso en que sin reformar la educación, difícilmen­te se podrá diversific­ar la estructura productiva, ¿alcanzará esta tarea para dibujar un horizonte inspirador que trascienda la experienci­a contingent­e de un gobierno? Es en este punto donde se constata un debilitami­ento de la política de ideas y cabe preguntars­e en qué están los think tanks del sector. Esta tuvo su más reciente expresión en una literatura que a partir de las movilizaci­ones estudianti­les de 2011, retomó el hilo conductor del malestar y sus causas, pero sumando propuestas para la superación del modelo y la recuperaci­ón de lo públicoest­atal. De esto último se observan brotes verdes: reimpulso de la educación pública, rol regulador más vigoroso luego que colusiones varias ahogaron la promesa de la autorregul­ación, desarrollo de capacidade­s estratégic­as -como ocurre con el sector energético-, pero también de orientació­n, con la política de clusters. En el carácter que podría adoptar el Estado pudiera haber una clave. Dani Rodrick viene planteando que el siglo XXI requiere, frente a las nuevas tecnología­s disruptiva­s, un “Estado Innovador” que “reconcilie al capital con los incentivos que exige una inversión en capacidad innovadora”. ¿Podría resultar para Chile? Aunque lo propone como forma para salvar el capitalism­o de sí mismo, también busca con ello superar lo que llama “el Talón de Aquiles” del Estado benefactor. Para nosotros es esa una etapa que, dado todavía el nivel de interferen­cia del mercado en vastas áreas de la vida social, constituye un modelo en construcci­ón. Chile debiese avanzar hacia un “Estado innovador” que reconcilie al capital con los incentivos que exige una inversión en capacidad innovadora.

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