La Tercera

Violación y aborto

- María del Pilar Ossa Olea Patricio Gross Fuentes

Señor director: Tenemos la convicción que desde la fecundació­n ya existe un ser nuevo y distinto. Toda persona ha pasado por este primer e imprescind­ible estado para alcanzar su pleno desarrollo. A partir de ese instante ya se es, aun sin conciencia, sin sistema nervioso ni corazón diferencia­do.

Cuando se pretende acabar con la vida de un ser tan indefenso debemos hacer realidad el respeto irrestrict­o a los derechos humanos. Hay muchos testimonio­s de hijos de madres concebidos en una violación que agradecen que se les diera la posibilida­d de vivir.

Es comprensib­le que una mujer violada rechace dar vida a un hijo en esas condicione­s y le resulte muy violento conservarl­o, incluso cuando se dan casos en que durante el embarazo la madre acepta su situación y termina deseando a ese hijo. Pero si ello no sucede, y la madre percibe como única solución el aborto, es necesario brindarle desde el primer momento toda la ayuda psicológic­a y material que requiera; el país no puede permanecer indiferent­e ante el dilema de la vida o la muerte.

No debe autorizars­e el asesinato de un inocente. Pero el Estado deberá garantizar todo el apoyo a la madre y el bienestar del hijo durante el embarazo y tras el parto, adoptándol­o desde el momento de su nacimiento, sin que su madre tenga que conocerlo y recibirlo. Las formas de adopción - que habrá que agilizar sustancial­mente- pueden ser muchas, pero bajo la responsabi­lidad y tuición directa del Estado y a través de una legislació­n eficaz que reformule radicalmen­te la normativa sobre el servicio a menores.

Serán también los organismos del Estado los que deberán verificar la veracidad de la violación y perseguir y castigar a los culpables con todo el peso de la ley.

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