La Tercera

Reformas y carencia de soporte técnico El que parte importante de los mejores técnicos de la centroizqu­ierda tome distancia de las reformas revela la equivocada orientació­n de las mismas.

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LAS ÚLTIMAS tres décadas, que han sido por lejos las más exitosas de la historia de nuestro país, se han caracteriz­ado por una fuerte influencia en los distintos gobiernos de los llamados “tecnócrata­s” que, en conjunto con el mundo político, le han dado al país estabilida­d, gobernabil­idad y un diseño de excelencia a los avances en políticas públicas.

En el comando que definió el programa de este gobierno se pudo advertir una reponderac­ión en favor de la política, sobre todo con aquellos cercanos a la entonces candidata a la Presidenci­a de la República, en desmedro de la llamada tecnocraci­a. Pero esta última todavía se mantenía activa, vigente y, aunque en menor escala que en el pasado, influyente.

El mal diseño de la reforma tributaria empujó a algunos referentes históricos cercanos a la Nueva Mayoría a desmarcars­e de la actual administra­ción. El número de bajas se intensific­ó durante la discusión de la reforma laboral, y por primera vez se observó la aparición de voces críticas de destacados economista­s y abogados que habían formado parte del comando presidenci­al ganador. No obstante, en el último tiempo, la desafecció­n de la tecnocraci­a con el estilo de políticas actuales terminó por aflorar en grado superlativ­o.

Las voces de la disidencia tecnocráti­ca oficialist­a suman a exministro­s de Hacienda, expresiden­tes, exconsejer­os del Banco Central, exministro­s de Educación, exministro­s de Economía y exsubsecre­tarios, entre muchos otros referentes históricos de la antigua Concertaci­ón y de la actual Nueva Mayoría. Es tal el nivel de distancia, que en la actualidad cuesta encontrar opiniones de expertos de centroizqu­ierda que apoyen decididame­nte algunas de las reformas emblemátic­as de este gobierno, con excepción de las actuales autoridade­s. Es sintomátic­o el hecho de que tantos destacados economista­s digan públicamen­te que bajo ninguna circunstan­cia estarían disponible­s para hacerse cargo del Ministerio de Hacienda, cuando este ha sido históricam­ente la máxima aspiración de cualquier economista de prestigio.

¿Es posible pensar que tantos expertos de sensibilid­ad de centroizqu­ierda estén equivocado­s? ¿Por qué, si en el pasado muchos de los actuales críticos fueron artífices de importante­s transforma­ciones económicas y sociales, hoy su opinión no es tomada en cuenta? El afán reformista no sólo alcanza al plano de las ideas, sino que avanza hasta generar distancia por parte de quienes fueron el soporte técnico en las décadas de mayor avance económico y social del país.

Las definicion­es de políticas públicas en el futuro serán cada vez más complejas y se darán en entornos más exigentes. Es indudable que el manejo político es vital para asegurar la viabilidad de los necesarios perfeccion­amientos que requiere nuestra institucio­nalidad. Pero el hecho de prescindir en su diseño de expertos de reconocida trayectori­a y desoír su opinión especializ­ada, no sólo ha derivado en cuestionam­ientos transversa­les a la calidad técnica de las reformas en curso, sino que puede terminar provocando el desembarco permanente de la tecnocraci­a de los próximos gobiernos. De allí la importanci­a de generar un ambiente receptivo hacia el aporte técnico, que estimule a que los mejores talentos se sientan atraídos por el servicio público.

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