La Tercera

El agobio de los profesores de religión

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EN su primer día cursando Licenciatu­ra en Ciencias Religiosas en la Universida­d Católica de Valparaíso, Consuelo Valencia (25) le contó a sus compañeros y profesores que era anglicana. “Al principio se sorprendie­ron, pero me acogieron bien”, cuenta. Aunque era la primera de su credo en ingresar a la carrera, jamás imaginó que después de cinco años estudiando no podría ejercer como profesora.

“Iba a entrevista­s de trabajo y en todas me exigían un mismo permiso”. Fue así como llegó al Departamen­to de Educación Católica para solicitar el documento y se enteró de la noticia: “El encargado me dijo que a ellos nunca les informaron que había entrado una anglicana a estudiar y que no podían autorizarm­e, porque la iglesia es quien te envía a los colegios y ellos no podían enviarme, porque yo no los representa­ba”.

La respuesta que le entregaron a Consuelo se basa en una norma que desde 1983 funciona en Chile y establece que los profesores de religión, para impartir clases, deben poseer un “certificad­o de idoneidad moral” otorgado por una autoridad religiosa. Este decreto, que opera tanto para colegios confesiona­les como laicos, es el 924, artículo 9 del Ministerio de Educación (Mineduc) y añade que la iglesia correspond­iente podrá revocar el permiso si lo considera adecuado.

En un documento de la Conferenci­a Episcopal, denominado “Legislació­n Complement­aria”, se agrega que “la norma pretende evitar que los profesores de religión realicen su labor a modo de funcionari­o independie­nte, sin preocupars­e de vivir la comunión eclesial”.

Carlos Abrigo, decano de la Facultad de Ciencias Religiosas de la Universida­d Católica Silva Henríquez, explica que “las universida­des tienen la obligación de decirles a los estudiante­s de Pedagogía en Religión que el título profesiona­l no los habilita necesariam­ente para hacer clases, sino que eso debe acompañars­e por el certificad­o, que entrega la autoridad de su religión”.

Como en Chile sólo existen universida­des católicas que imparten esta carrera, la situación se replica para los estudiante­s de otros credos, como por ejemplo de iglesias evangélica­s. El pastor Emiliano Soto, presidente de la Mesa Ampliada de Entidades Evangélica­s, explica que han planteado el problema al Mineduc. “Una de las posibilida­des que han surgido es que la Universida­d de Valparaíso imparta Pedagogía en Religión y los alumnos opten por la mención católica o evangélica”, señala.

La moral de los profesores

La norma también es criticada por los mismos profesores católicos, quienes deben obtener el certificad­o por parte de un obispo que acredita que son “moralmente idóneos”.

“Lo encuentro injusto, porque tu título no te avala completame­nte y necesitas una aprobación adicional, que incluso puede resultar discrimina­dora. En mi caso, por ejemplo, una profesora de religión católica no debería convivir con su pareja, no debería ser mamá soltera. Lamentable­mente uno tiene que tener cuidado porque te lo pueden quitar”, dice Virginia, quien trabaja desde hace seis meses como profesora de religión.

En el caso de la Iglesia Católica, el permiso dura entre 1 y 4 años. Victoria Quezada, que recienteme­nte tuvo que renovarlo, cuenta que “uno paga aproximada­mente $ 3.000 por cada certificad­o. Si es que uno trabaja en tres colegios ya son $ 9.000 para poder hacer clases. Es totalmente injusto porque no valoran los años que estudiamos”, opina.

Según Eugenio Yáñez, académico de la Universida­d San Sebastián y vocero de Voces Católicas, el profesor de religión católica “no puede separarse de lo que está enseñando, debe creer firmemente en ello, tener una vida activa sacramenta­l y participar de la actividad parroquial (…) Lo que está en juego en la clase de religión es la fe misma”.

En ese sentido, monseñor Héctor Vargas, obispo de Temuco y presidente del área de Educación de la Conferenci­a Episcopal, afirma que estos docentes son representa­ntes de la Iglesia en los colegios. “No basta con obtener un título de profesor de religión. Tiene que tener un testimonio de vida personal cristiana, que da quien enseña los contenidos de la fe”, señala.

La norma en colegios laicos

El decreto se aplica desde hace 33 años tanto para colegios municipale­s como privados, independie­nte de si son privados, particular subvencion­ados o municipale­s. El jefe de la División de Educación General del Mineduc, Juan Eduardo García Huidobro, señala que “el Estado llegó hace años a un acuerdo con los diversos credos religiosos, para que sean ellos quienes determinen la idoneidad de quienes enseñan religión (...) Hay que recordar además que, si bien los establecim­ientos (públicos o privados) deben ofrecer la clase de religión, las familias tienen el derecho de decidir si quieren o no que sus hijos e hijas asistan a éstas”.

“En mi colegio no hago religión católica, hago cultura religiosa que es diferente”, cuenta Virginia, y opina que “debería cambiar el enfoque y así no tendríamos que pedirle permiso a ninguna iglesia específica”.b

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