La Tercera

JUNTEN MIEDO

- Rodrigo Goldberg

La reacción del Sifup me parece correcta, pero tardía. Ya la situación de

Deportes Concepción era una alerta

El hermoso momento de la selección chilena se ve cada vez más lejos y el paro de futbolista­s nos aterriza de golpe a nuestra realidad. La que habla de decisiones absurdas, egoístas y con nulo sentido común.

Primero se aprueba un sistema de campeonato que, ha sido demostrado, carece de competitiv­idad y ofrece premio a esfuerzos momentáneo­s y breves. La visión de largo plazo simplement­e no existe. Pero no se quedaron sólo en eso. Para rematar esta ‘brillante’ serie de decisiones, acuerdan torneos sin descenso, es decir, la ley del mínimo esfuerzo en toda su magnitud.

¿Cuál fue la respuesta de algunos clubes al paro? Amenazar a sus dirigidos. Lo que fue declarado por Francisco Arrué y David Pizarro es una vieja estrategia de clubes que por años hicieron lo que quisieron bajo el amparo de Sergio Jadue.

Dirigentes que no sólo amenazan jugadores y técnicos. También ejercen presión en el directorio del CDF y piden la cabeza de algún periodista y/o comentaris­ta cuando este emite una opinión que no les parece.

Honestamen­te no me extraña. Toman decisiones técnicas muy lejos de su área de expertise sin siquiera consultar, y cuando debieron velar por el futuro del fútbol hicieron vista gorda al accionar de Jadue y sus cómplices.

La reacción del Sifup me parece correcta, pero tardía. Ya la situación de Deportes Concepción era una alerta a la cual se ofreció una tibia respuesta.

Pero a diferencia de otras paralizaci­ones esta tiene un punto a favor. La presencia de Arturo Salah en la presidenci­a puede ser una muñeca interesant­e a la hora de negociar. Para nadie es un secreto que el ex técnico está más inclinado a las exigencia del Sifup que a la obtusa posición del Consejo de Presidente­s. Instancia que sólo vela por recibir su tajada mensual del CDF. El fútbol chileno cambió la presidenci­a, pero los que votan siguen siendo los mismos que, en su mayoría, siguen hundiéndol­o.

Cuando el cheque de fin mes pesa más que la competitiv­idad del equipo es hora de asustarse. Personalme­nte lo estoy. Y mucho.

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