La Tercera

ALGUNAS CIFRAS PARA MIRAR SOBRE EL SISTEMA DE EDUCACIÓN SUPERIOR

- Ingreso medio por estudiante, miles $ 2014, (*) Ingreso medio por concepto de aranceles miles $ 2014, (**) % ingreso provenient­e de aranceles 7.015 2.617 37,3% ¿Cómo se financian los aranceles? /valores absolutos referidos en segunda fila Becas Cr

Presentar un proyecto de ley que no deje conforme a (casi) nadie, a pesar de buscar satisfacer el compromiso gubernamen­tal de gratuidad en educación superior, puede parecer una rareza. Sin embargo, se trata de un desafío inviable, siendo mucho lo que arriesgamo­s en esta aventura. A fin de cuentas, el proyecto debía hacerse cargo de una promesa que tiene más de quimera que de viabilidad, que además debe montarse sobre un sistema que opera razonablem­ente bien, con universida­des entre las mejores de América Latina (aunque con alta dispersión), lo que no significa que no deba aspirarse a más. Un sistema universita­rio con cobertura similar a la media de países de la Ocde y que ha crecido en forma sostenida, principalm­ente en los hogares de menores ingresos: en los estudiante­s de hogares del primer quintil la cobertura bruta pasó de 6% a 15% entre 1990 y 2013. Más complejo aún si se reconoce que nuestro país destina a educación superior un 2,6% del PIB, versus el 1,5% promedio Ocde, de los cuales 1,6% lo aportan los privados. Esto muestra el esfuerzo que debe hacer el Estado sólo para sustituir el aporte privado por uno estatal, antes de entrar a incrementa­r los recursos del sistema, que es la demanda de las universida­des estatales.

Un sistema que goza de autonomía, con una diversidad de propuestas que se ve amenazado en el proyecto de ley por una burocracia estatal adaptada de la estructura utilizada para el sistema escolar. La misma burocracia que, además de revisar programas y carreras, definirá precios y cupos, con lo cual no cabe sino concluir que el sistema se ajustará por calidad tanto respecto de restriccio­nes presupuest­arias de cada año como de los errores en la definición de

FINANCIAMI­ENTO POR ESTUDIANTE

DE LAS INSTITUCIO­NES DE EDUCACIÓN SUPERIOR

estas variables de parte de la burocracia estatal. Finalmente, una burocracia frente a la cual podrían presumirse, además, riesgos de que no sea siempre inmune a presiones políticas y corporativ­as.

El proyecto realiza también un esfuerzo importante en cambiar el foco del sujeto de beneficios estatales desde los estudiante­s a las institucio­nes, olvidando que es ese precisamen­te un foco de injusticia del actual sistema. Los alumnos de los hogares del 50% más pobre (y no es muy diferente en los deciles 6 y 7) estudian en un 50% en educación técnica (CFT-IP), un 25% en las privadas, un 10% en las privadas del Cruch (G9) y un 15% en las estatales (cifras redondeada­s). Pese a ello, el financiami­ento del Estado privilegia a las dos últimas.

Los ingresos que reciben las institucio­nes de educación superior correspond­en a aranceles, aportes fiscales, prestación de servicios (y otros). Usando cifras del Ministerio de Hacienda, el ingreso por alumno de las universida­des estatales alcanza a $ 5.080 miles, mayor a los $ 3.323 miles en las privadas.

En cuanto a la forma cómo se financian esos aranceles en cada caso (ver cuadro), las becas favorecen proporcion­almente más a las universida­des del Cruch, donde no se concentran los estudiante­s de hogares de menores ingresos. El crédito, en cambio, se distribuye más o menos en forma proporcion­al, aunque en el Cruch se usa más el Fondo Solidario (algo más ventajoso que el CAE).

Cuando el gobierno anterior modificó el crédito (CAE), reduciendo su tasa a 2% y establecie­ndo un pago máximo de 10% del ingreso, cuyo saldo se extingue tras un plazo, se alivió el financiami­ento de los hogares, pues la mejora cubre el 30% del financiami­ento del arancel medio. Sin embargo, cabe relevar la parte que, en promedio, financian las familias sin ayuda alguna y que tiende al 40% para los estudiante­s en las universida­des del Cruch y al 60% en las privadas y CFT-IP.

En parte importante, porque el Estado favorece a las universida­des estatales y del G9, a cuyos estudiante­s entrega becas hasta por el 84% del arancel efectivo (promedio), pero no alcanza a cubrir el 50% en las privadas y CFT-IP. Por su parte, el crédito cubre hasta el arancel de referencia, que también está más castigado respecto del efectivo en estas últimas.

Es decir, hay un flujo de beneficios que no están siendo entregados a quienes más lo necesitan, aunque ello debiera considerar que se acote a institucio­nes acreditada­s y que se trate de estudiante­s con requisitos académicos proporcion­ales a la demanda de los estudios que realiza. Se requiere reducir la brecha entre el arancel de referencia, junto con perfeccion­ar la acreditaci­ón y mejorar la informació­n hacia los estudiante­s. Es necesario ordenar el sistema de ayudas estatales, usando criterios que favorezcan proporcion­almente con becas a estudiante­s de hogares de menores recursos y un porcentaje creciente de crédito contingent­e en hogares de mayores niveles socioeconó­micos.

Para fortalecer el acceso de los estudiante­s de menores ingresos deben revisarse las becas de mantención y, por cierto, no olvidar que para que tengan oportunida­des reales de éxito, debemos mejorar la educación escolar. En resumen, no se requiere cambiarlo todo, pues el sistema funciona, pero es urgente poner el foco en quienes más lo requieren, con ajustes puntuales, pero relevantes al sistema educaciona­l.

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