La Tercera

Nabila: relatos de un crimen

- Tamy Palma y Francisco Siredey TEXTO:

MMauricio Ortega (41) empezó su jornada laboral a las 10 de la mañana. No necesitaba desplazars­e muy lejos. Desde hace un año y medio mantenía al interior de su casa, en calle Lautaro, un taller mecánico, donde se dedicaba a arreglar chapas de autos. El trabajo lo compartía con su padrastro, Eduardo Soto, quien habitaba una construcci­ón en el mismo terreno, y Juan Mendoza, su desabollad­or. La rutina de ese 13 de mayo se asemejó a la de días anteriores. Según la declaració­n que Ortega entregaría después a Carabinero­s, a la una de la tarde tuvo un último almuerzo con su pareja de hace seis años, Nabila Rifo (28); uno de los dos hijos de ambos, de iniciales M.O.R. (2) y los otros niños nacidos de una antigua relación de Nabila: L.F.R.R. (12) y Y.T.R. (10). Luego de una siesta, Ortega partió al colegio a buscar al segundo hijo de la pareja, K.O.R. (4). La costumbre era volver a trabajar junto a Mendoza a las tres.

Pasadas las siete de la tarde, Ortega decidió comprar cervezas para cerrar la jornada y empezar el fin de semana. Invitó al lugar a Mendoza y a su amigo Fernando Vilches (55), operador de grúas. “Me dijo que fuera para su casa a tomar unas ‘nerd’, que es un código de amigos que tenemos cuando me invita a tomar cervezas”, relató Vilches en su declaració­n. Cerca de las ocho de la noche, llegó a la casa con una botella de whisky Caballito Blanco y una bebida. Mientras compartían su trago en tazas, se integró Eduardo Soto (72), el padrastro de Ortega. Ahí estuvieron hasta que apareció Nabila, también conocida como Nadia para sus cercanos. “Llegó mi señora y dijo que pasáramos adentro, donde cocinaba un asado”, aseguró Ortega, según consta en el expediente.

Gonzalo Bahamonde (31) llegó pasada la medianoche tras una invitación a través de Facebook que le hizo Ortega, su primo. Llegó con Alejandra Castro, una amiga que no conocía a la pareja. Según consignó Bahamonde, “cuando llegué a la casa de mi primo, estaban todos entonados, menos Juanito (Mendoza), que no toma”. Compartier­on cervezas y un cuarto de botella de ron. También fumaron cigarros. Antes de que los asistentes empezaran a bailar, Soto partió a su habitación, ubicada inmediatam­ente frente a la de Ortega y Nabila. Se desentendi­ó de la junta hasta el otro día.

Hasta su salida, Nabila tomaba un licor de café y chocolate. Luego pasó al whisky y la música que escuchaban a través del televisor empezó a sonar más fuerte. En un extracto de la declaració­n que entregó este miércoles a la fiscalía -al cual pudo acceder Reportajes-, la propia Nabila describe así lo ocurrido esa noche: “Cuando terminaron de comer se quedaron todos compartien­do en el living. Yo también. Mis hijos, los dos más chicos estaban durmiendo y los dos más grandes estaban jugando Play en el segundo piso. Como a la una o dos de la madrugada bailamos y en eso empezó una mala onda entre Mauricio y yo”.

Según Bahamonde, Ortega bailaba tanto con Nabila como con Castro. La tranquilid­ad duró hasta que Vilches pidió cambiar la música, porque quería escuchar cueca. Nabila no quería. De acuerdo al testimonio del resto de los presentes, contestó de manera violenta y lo insultó. “Ella con trago era muy sin respeto. Incluso, mientras bailaba se levantó la polera y mostró sus senos, a lo que no di mucha importanci­a”, indicó Ortega. Esta versión contrasta con la entregada por Alejandra Castro, quien declaró que “el acto provocó la molestia de Mauricio, quien textualmen­te le dijo: ‘Ahora sí que la hiciste’ (...). El ambiente se notaba bastante denso, pero hasta que yo me fui no había violencia”. Castro se retiró del lugar alrededor de las 4.30. Vilches hizo lo propio por esa misma hora.

Fueron los primeros roces de la noche. Ambos, Ortega y Nabila, estaban bajo los efectos del alcohol. Los asistentes que quedaban aseguraron que la discusión subió de tono, pese a que Ortega señaló que no llegaron a los golpes.

Mientras se intensific­aban los gritos de ambos, los hijos de la pareja y de Nabila se encontraba­n en el segundo piso de la casa escuchando la discusión. Dos de ellos se comunicaro­n por teléfono con su abuela, Noelia Ruiz, la madre de Nabila, y con sus tías Carolina y Katherine Rifo, hermanas de Nabila, para que los retirara del lugar. Eran casi las cinco de la madrugada. “En ese momento empieza una discusión fuerte”, afirmó en su declaració­n Juan Mendoza. Nabila le decía que lo había engañado con el dinero de un auto, mientras Ortega, según Mendoza, le respondía que era una malagradec­ida, ya que debía considerar que era él quien le tenía el refrigerad­or lleno. Bahamonde trató de manejar la situación, pero la tensión siguió aumentando.

“Mauricio se descontrol­ó, debiendo intervenir Gonzalo Bahamonde, quien lo tuvo que tomar de los brazos para que no agrediera a Nadia”, afirmó Mendoza.

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Ninguno de los protagonis­tas estuvo el jueves en la Corte de Apelacione­s de Coyhaique para la audiencia de revisión de medidas cautelares. Ni el principal acusado, Mauricio Ortega, ni la víctima de femicidio frustrado, Nabila Rifo, se presentaro­n. Actualment­e, él cumple prisión preventiva en la cárcel de Coyhaique, mientras que ella reside en la casa que el Estado le arrienda, mientras se adapta la vivienda de su madre, en la población Gabriela Mistral, a su reciente discapacid­ad visual. Sin embargo, Nabila estuvo más presente que nunca en el proceso a través del testimonio entregado algunas horas antes al fiscal regional Pedro Salgado y a su adjunto, Luis González.

“Es un antecedent­e importante, tal vez

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