La hora de Kuczynski
del mundo en los cinco años venideros?
En una frase, ejercer -con la prudencia debida y un sentido de las dimensiones reales del país que gobernaráun cierto liderazgo con visión de mundo. El momento no puede ser más propicio: América Latina vive hoy un punto de inflexión política. Hasta ayer, un bloque de gobiernos enemistados con las instituciones republicanas, la economía de mercado y la globalización tenían el control del proceso de integración y de los foros regionales, y llevaban la voz cantante de cara al resto del mundo. Los que constituían la excepción no eran pocos pero estaban intimidados; cuando tomaban iniciativas, por ejemplo la Alianza del Pacífico, lo hacían silenciando su voz política y, casi como pidiendo perdón, ejercitando la comercial. Hoy, han desaparecido gobiernos populistas que jugaban un papel determinante en el estado de cosas descrito y los que quedan, atrapados en un clima de zozobra o debilitados por sus propios votantes, carecen de musculatura internacional para impedir la inflexión que se empieza a dar.
Precisamente porque el Perú ha hecho algunos de los deberes que otros países de mayor peso no han hecho todavía o empiezan a hacer con dificultades, Kuczynski está en condiciones de empinarse como un líder con iniciativa regional. Por lo pronto, puede dar a la Alianza del Pacífico cierta voz política y jugar el papel de bisagra entre este grupo y otros países, o incluso bloques comerciales, con clara vocación de acercarse a los “pacíficos”. No tiene el desgaste de los otros presidentes de la Alianza ni la íntima ambigüedad que frente a ella exhibe a ratos alguno que otro de sus miembros.
Tres países del Mercosur -Brasil, Argentina, Paraguay- quieren un acercamiento con la Alianza que apunta, aunque no lo digan así todavía, a consustanciarse con ella a mediano plazo. Otro de ellos, Uruguay, en manos de la izquierda moderada, no tiene el mismo entusiasmo, pero tampoco una objeción insuperable. Sólo Venezuela, a la que varios miembros del Mercosur (no sólo Paraguay, como se cree) quieren evitar entregarle la presidencia rotativa, se opone.
La expresión “acercamiento” entre el Mercosur y la Alianza es, por cierto, un eufemismo. De lo que se trata es de que el Mercosur se parezca cada vez más a la Alianza y algún día unos y otros formen parte de una misma y única iniciativa presidida por valores liberales y una libre circulación de todo. Si Kuczynski, que está en mejores condiciones que Peña Nieto, Santos y Bachelet para desplegar algún liderazgo en esto, se anima a ejercerlo, habrá hecho, al final de su mandato, una contribución al desarrollo de la región.
Pero hay más: varios países del Mercosur están interesados -por finen sellar un acuerdo comercial con la Unión Europea. Hasta ahora había sido imposible avanzar por el freno ideológico de los gobiernos populistas que integraban el Mercosur. Hoy, también esto está cambiando. Todo lo que sea integrar a América Latina al resto del mundo es bueno. Todos los países de la Alianza tienen acuerdos comerciales con Europa (México y Chile desde hace década y media, Perú y Colombia desde hace tres añitos), por tanto hay vasos comunicantes entre la vocación crecientemente favorable a un acercamiento con la Alianza de parte de los nuevos gobiernos del Mercosur y su vocación atlántica. No está Kuczynski en condiciones, lógicamente, de jugar un papel directo en la negociación entre el Mercosur y Europa, pero sí, como líder sudamericano interesado en ese proceso, de sumar su voz y su experiencia de forma indirecta. Después de todo, nada que tenga que ver con el desarrollo de la región en su conjunto le puede ser ajeno.
No menos -acaso más- importante es la mirada hacia el Pacífico. PPK ha hablado de su interés por llevar la relación con China a una nueva dimensión. Se da, al mismo tiempo, la coincidencia de que algunas capitales del mundo, y sobre todo Washington, impulsan el “TransPacific Partnership” con los otros