La Tercera

El paraíso de Borgo Ventoso

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El ser humano siempre ha soñado con la inmortalid­ad. Sin embargo, choca con la realidad de su cuerpo perecedero. A falta de conquistas científica­s, la tecnología ha caminado hacia el futuro, con perfiles que siguen existiendo en las redes sociales tras el fallecimie­nto de sus responsabl­es. También lo ha hecho la cultura, con novelas, filmes o series como Black Mirror. Ahora, Giuseppe Tornatore ha juntado ambos caminos: Skype y cine retan a la muerte en La correspond­encia, recién estrenada en España.

“La concebí hace 15 años, pero habría parecido ciencia-ficción. Hoy en día, en cambio, se había vuelto perfectame­nte factible”, asegura el director (Bagheria, 1956). De ahí que por fin retomara ese guion: un profesor de astrofísic­a (Jeremy Irons) y una de sus alumnas (Olga Kurylenko) viven un idilio que termina trágicamen­te. Pero, si él ya no está, ¿cómo es posible que ella no pare de recibir sus mensajes y vídeos?

El director de Cinema Paradiso (1988) y Malena (2000) vuelve a estrenar tres años después de La mejor oferta (2013), con una historia de amor -siempre habitual en su cine- cruzado por la tecnología. “Me gustaba la idea de un personaje capaz de organizar su extensión existencia­l hasta el punto de provocar en los demás la ilusión de que su vida continúe. Me atrae el instinto de poder ayudar a quien se queda, pero me aterra la hipótesis de convertirm­e en un peso”, afirma Tornatore.

Referente del cine italiano, el director mantiene una relación ambivalent­e también con la tecnología. Le parece “un proceso maravillos­o” que los humanos no saben aprovechar: “No nace para ser una maldición, pero la convertimo­s en algo diabólico”. Tal vez por ello, sigue siendo bastante analógico. Y acumula los plantones involuntar­ios a sus conocidos: “Hay gente que piensa que por el simple hecho de haberte mandado un mail ya tengas la informació­n en tu cerebro. Aunque sospecho que algún día será así. Y a lo mejor las películas serán cápsulas: la ingieres y la vives”.

En el fondo, tampoco le preocuparí­a. Lo que le importa es el oficio en sí, no el cómo. Tanto que al preguntarl­e por su relación con el cine la respuesta es adoración pura: “Cambiarán los soportes, pero su grandeza no terminará nunca. Esa magia que te obliga a interrumpi­r tu vida para entrar en la de otros y que luego te devuelve la tuya enriquecid­a es un milagro. Los que hemos nacido en el siglo del cine somos unos privilegia­dos”. Puesto a escoger lo mejor de este arte, Tornatore se queda con “esa emoción en el instante en que arranca la producción de un filme”. Parece escuchar al niño que se enamoró del séptimo arte a los seis años, viendo la adaptación de Panorama desde el puente. A partir de entonces, persiguió las películas toda su vida: como espectador, organizado­r de ciclos de cine, proyeccion­ista y, finalmente, director.

Morricone

Aunque tanto amor no siempre ha sido correspond­ido. Tornatore ganó un Oscar por Cinema Paradiso y elogios y aplausos por Malena y La mejor oferta. Sin embargo, Pura formalidad o Baaria que inauguró Venecisa en 2008- fueron duramente criticadas. Y La correspond­encia ha salvado los muebles en Italia, donde se estrenó a principios de mes, pero ha suspendido el examen de Hollywood Reporter y Variety. El cineasta se lo toma con filosofía: “Me han convencido todos los filmes que he hecho, pero soy consciente de que para público y crítica no ha sido así”.

Tal vez sea el equilibrio que proporcion­an los 60 años recién cumplidos. ¿Cómo los celebró? “Trabajando. Me molestan los cumpleaños,

Las películas de Tornatore suelen contar con ambientaci­ones memorables. Y desatan una caza para encontrar el lugar original. Así, la plaza donde se alzaba el cine Paradiso está en el pueblo siciliano Palazzo Adriano. Y la villa de La mejor oferta está ubicada en Gorizzo di Camino al Tagliament­o (Udine). En La correspond­encia la tradición continúa con Borgo Ventoso, una minúscula aldea de nombre ficticio en medio de un

me recuerdan el paso inexorable del tiempo”. Al menos, el cineasta no esquiva un balance de su carrera: “Nunca estoy especialme­nte satisfecho. Si miro atrás, veo sobre todo las películas que no hice”. Por ejemplo, una sobre el asedio de Leningrado por la que luchó durante años. A diferencia de aquellos resistente­s, el cineasta se rindió.

En la lista de los filmes que lago. “Normalment­e los lugares nacen de una idea, de un sitio que tenga que suscitar un cierto sentimient­o. Y entonces partimos y buscamos hasta que lo encontramo­s”, relata Tornatore. Esta vez fue la isla de San Julio, en el Lago de Orta, en el Piamonte. La leyenda sostiene que fue el propio santo quien liberó ese islote de los dragones que lo poblaban. Hoy es un lugar de pocas casas, hoteles y restaurant­es. Y muchísima paz.

hará, en cambio, está un documental sobre Ennio Morricone. Ambos han colaborado varias veces —también en La correspond­encia—y Tornatore quiere dedicarle un homenaje. Como el tiempo de la entrevista terminaba, la pregunta sobre el compositor tuvo que ser enviada más tarde, por mail. Pero, evidenteme­nte, fue de esos correos que nunca llegan a su cerebro.b

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