La Tercera

El sueño de los sin bandera

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Popole Misenga y Yolanda Bukasa, judocas congoleños residentes en Rio, serán los anfitrione­s del equipo de diez refugiados que competirá por primera vez en unos Juegos Olímpicos. ”Lucharemos por una medalla”, afirman ambos sin titubear.

Los días de penuria parecen haber tocado su fin para los judocas congoleños refugiados en Río de Janeiro Popole Misenga, de 28 años, y Yolanda Bukasa, de 23. Amigos desde la infancia, competirán en los próximos Juegos con el primer equipo de refugiados de la historia. Ellos serán los anfitrione­s en Río en una lista completada por la nadadora siria residente en Alemania Yusra Mardini; Ramis Anis, también nadador sirio residente en Bélgica; el maratonian­o etíope con domicilio en Luxemburgo Yonas Kinde, y los corredores de Sudán del Sur residentes en Kenia Yiech Pur Biel (800 metros lisos) James Nyang Chiengjiek (400m), Anjelina Nada Lohalith (1500m), Rose Nathike Lokonyen (800m) y Paulo Amotun Lokoro (1500m).

Llegar hasta aquí no ha sido fácil para ninguno de ellos. En 2013, cuando Popole y Yolanda participab­an en Río en el Mundial de judo, ella decidió huir de la concentrac­ión ante el maltrato recibido por los responsabl­es de la federación congoleña. “No les daban ni comida ni dinero para el transporte”, denuncia Popole, “y se dedicaban a irse de fiesta con el dinero de la expedición”. Yolanda durmió algunos días en la calle y unos días después Popole decidió seguir sus pasos. Perdió una pelea que luchó “con hambre” y empezó a rondar las calles, “llorando” y en busca de algún africano que le ayudase. “Encontré a un africano que me explicó que en Cáritas podían ayudarme a conseguir un visado de refugiado, aunque no un hogar o comida. Pero pensé: soy un hombre, me buscaré la vida”. Yolanda, que es mujer, tomó la misma decisión y allí empezó lo que podría culminar con un sueño olímpico.

Pocos días después de decidir quedarse en Río como refugiado, Popole presenció una escena en la calle que le recordó a una infancia marcada por la guerra en su país. “Este tipo me ha traído aquí para matarme”, pensó al llegar de la mano de un nuevo amigo africano a la favela de Cidade Alta, en la región más pobre de la ciudad, y darse cuenta de que había narcotrafi­cantes armados que mandaban en el vecindario. Con el tiempo aprendió a convivir con ellos sin tener mayores problemas.

Yolanda y Popole se conocieron en un campo de refugiados en Kinshasa, ciudad a la que llegaron huyendo de los tiros y bombardeos de sus respectiva­s regiones natales, destruidas por una guerra compleja que todavía no se ha cerrado y que en su fase más sangrienta, entre 1997 y 1999 dejó 11.000 víctimas y desplazó a 800.000 personas. “Popole es mi familia aquí en Brasil”, cuenta ella, que afrontaba con pesimismo su vida en Brasil, marcada por la penuria y también en una favela dominada por los narcos, hasta que entró en la lista olímpica.

“En mi país siempre tuve miedo de morir y aquí aún lo tengo, convivo con armas cada día”, dice sobre su vida en la favela. “Un día, cuando llevaba sólo un mes aquí, la policía entró en la barriada para hacer una operación policial y yo salí corriendo. Me dijeron que eso sería peor aún, que podrían pensarse que estaba huyendo por algún motivo. Ahora entiendo mejor cómo funciona pero sigo pidiendo a Dios cada día no morir por una bala perdida”, cuenta. “Aún no tengo cómo pagar mi propia vivienda y tengo que vivir en la de los otros”, reflexiona con tono crudo y mirada profunda.

Para Popole, que consiguió algún que otro trabajo, la vida ha mejora-

Popole Misenga y Yolanda Bukasa, los dos judocas congoleños que lideran el equipo de refugiados.

do algo más y hoy está casado con una brasileña con la que tiene una hija carioca. “Los Juegos pueden ser una forma de que los familiares me vean por la televisión, me reconozcan y pueda reencontra­rlos un día”, dice sobre todo pensando en su hermano, pues su madre y el resto de su familia falleciero­n por la guerra, al igual que los parientes de Yolanda.

Para alcanzar ese sueño, Popole y Yolanda cuentan con el apoyo del Instituto Reação, un proyecto social que enseña judo en regiones pobres de la ciudad desde 2003. El entrenador de ambos es Geraldo Bernardes, que fue selecciona­dor olímpico en cuatro Juegos (Seul 88, Barcelona 92, Atlanta 96 y Sydney 2002). Geraldo confía en el buen nivel de ambos para competir al máximo nivel y señala que “aunque han tenido menos tiempo para entrenarse, en total un año y cuatro meses, ese tiempo aquí entrenando en ocasiones con la selección olímpica brasileña y compitiend­o en torneos locales tal vez equivalga a más que un ciclo olímpico en

su país, donde el nivel es inferior”. “Para nosotros, el cambio que supone en sus vidas participar en los Juegos equivale a una medalla de oro”, completa.

“Cuando empecé a entrenar en Rio, no me imaginaba que podría llegar a unos Juegos, lo hice simplement­e porque me gusta. Luego me dijeron que estaba en una lista con 46 nombres y ahora que estoy en la definitiva estoy muy, muy feliz”, reconoce Popole, que anima “a que todos los refugiados del mundo no paren de practicar el deporte que les gusta”. A Yolanda, que reconocía semanas antes de ser selecciona­da que aún vivía grandes dificultad­es en Brasil y no estaba totalmente adaptada, la noticia le encendió los ojos en lágrimas de emoción: “Sabía que no podía dejar el judo, porque si lo dejo es casi como morirme. Gracias a Dios, no morí. La vida también es lucha, yo estoy luchando por una victoria también en la vida, por tener un día una familia de nuevo”, relata. “Lucharé por una medalla”, expresan los dos congoleños sin titubear.

El Comité Olímpico Brasileño está ayudando a los atletas con pequeñas becas para material, transporte­s y comida, pero los judocas siguen viviendo serias estrechece­s económicas que les vienen acompañand­o toda la vida y segurament­e estas acaben ahora que el COI asumirá los costes de su preparació­n final y sus gastos durante la competició­n.

Desde 1997, Congo vive una espiral de violencia y guerras diversas entre varios grupos por el control de un territorio rico en piedras preciosas. De allí huyeron Popole y Yolanda para la más amable realidad de Rio de Janeiro, donde las espectacul­ares playas, el clima soleado y las exuberante­s colinas repletas de vegetación tropical conviven no obstante con una desigualda­d de la que ambos han sido testigos en su cara más dura. De los 8.000 asilados que viven en Brasil, son los dos escogidos como los anfitrione­s para representa­r bajo la bandera olímpica a un país de 20 millones de refugiados medio apátridas en todo el mundo.o

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