La Tercera

El Pichanga Arriagada

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De los contertuli­os que acuden a diario al café céntrico, el de mayor edad es Manuel Jesús Arriagada Pinto, 91 años cumplidos: nació el 12 de abril de 1925. Defensa central de Universida­d Católica, fue campeón en 1949 con Sergio Livingston­e en el arco, José Manuel Moreno en el mediocampo y Fernando Riera y Andrés Prieto en la delantera. Una hepatitis contraída en la gira de la UC por Europa lo privó de jugar el Mundial de Brasil 1950.

Arriagada ha sido testigo privilegia­do del fútbol chileno: desfiló como jugador cadete de Magallanes en la inauguraci­ón del Estadio Nacional, en diciembre de 1938. Debutó en primera división por Universida­d de Chile en 1944 (“me llevó el Conejo Alejandro Scopelli, quien me bautizó Pichanga porque yo me acomodaba en cualquier puesto y era ambidextro. También puedo escribir con las dos manos”) y jugó en Santiago National (“la sede se hallaba en calle Catedral con Morandé, donde ahora está la Academia Diplomátic­a Andrés Bello. El club era financiado por las familias Hirmas, Sumar y Yarur, y desapareci­ó porque la colonia árabe se fue al Club Deportivo Palestino y los chilenos que había en Santiago National no ponían plata”).

Estaba a punto de firmar en Colo Colo, cuando Livingston­e le avisó que Universida­d Católica había contratado al astro José Manuel Moreno. “Con el Charro seremos campeones, pensé. Él influyó en que yo fuese titular, porque le dijo al entrenador Alberto Buccicardi que necesitaba un zaguero que saliera jugando, no que reventara la pelota a cualquier parte. Con José cultivamos una amistad, incluso a través de cartas, que perduró hasta su muerte”.

Según Arriagada, el fútbol ha cambiado en su fisonomía, no en el fondo. “Siempre lo más importante es el talento del jugador, lo que hace con la pelota. La velocidad, la fuerza, la resistenci­a, son complement­os. Los grandes futbolista­s se adaptan a la dinámica y a las tácticas. Por ejemplo, antes se jugaba con dos defensas y tres medios; después con tres defensas y dos medios. Y cinco delanteros, pero no era que cinco atacaran contra dos o tres. De partida, esos cinco eran cuatro, porque uno era el interior o nexo. Y los medios que iban por las orillas, bajaban, entonces siempre había cuatro en defensa”.

¿Se corre más, se marca más en el presente? “¿Quién no corre a los 18 años? Todos lo hacemos. Y velocidad hay de dos tipos: mental y física. Ahora se explota más la segunda. Acerca de la marcación me remito a una anécdota de José Nasazzi, el gran capitán de la selección de Uruguay que ganó la Copa del Mundo 1930. Consultado en décadas posteriore­s dijo que “la única diferencia es que en nuestro tiempo solo marcábamos a los buenos jugadores. En la actualidad, marcan a todos”.

Charlador incansable apoyado en una memoria envidiable, Arriagada recuerda anécdotas de hace más de medio siglo. “Los futbolista­s íbamos a salones de baile: Mogambo, en Puente con Santo Domingo, segundo piso, domingos, de 17.00 a medianoche, y Tráfico, en Merced frente al Cine Santiago, en el segundo piso de la Casa Colorada; en el primer piso, el Black and White”. En esos años compartió con Ruth Galdámez, la carterista internacio­nal que se haría famosa por su apodo: Yuyito.

No solo protagonis­ta de anécdotas de fútbol, Pichanga relata la vez que se enteró de que el boxeador peso pesado Arturo Godoy lo andaba buscando. “A varios amigos les dijo que tenía que conversar conmigo. Anduve asustado un par de días hasta que me encontró y me invitó a tomar once a un local en la Alameda con Ahumada: el Ramis Club. Me preguntó por María Eugenia Marabolí, una polola que tuve, un monumento. Ella se quería casar, yo era muy joven y mi madre era viuda, así es que me había retirado diplomátic­amente. Godoy me contó que le había propuesto matrimonio y ella no había aceptado porque estaba enamorada de mí”.

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