La Tercera

Escasa participac­ión en proceso constituye­nte El reducido número de participan­tes en los cabildos convocados por el gobierno es reflejo de lo poco prioritari­o que resulta un cambio de Constituci­ón.

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EL GOBIERNO se declara satisfecho con las cifras de participac­ión que hasta hora registra el proceso constituye­nte que convocó para efectos de dictar una nueva Constituci­ón. De acuerdo con los antecedent­es que entregó el Ministerio Secretaría General de Gobierno, en los cabildos provincial­es celebrados el domingo pasado –que constituye­n la segunda fase de la primera etapa- a nivel nacional participar­on del orden de 12 mil personas. Es una cifra modesta al lado de los más de 100 mil participan­tes que ese mismo día se movilizaro­n para protestar en contra del sistema previsiona­l.

El ministro se declara “satisfecho” por las cifras de participac­ión, a la luz de otros procesos constituye­ntes de nuestra historia. “Para la elaboració­n de la Constituci­ón de 1833 participar­on 36 personas; para la elaboració­n de la Constituci­ón de 1925, 122 personas; en la elaboració­n de la Constituci­ón de 1980, que es la que hoy nos rige, 12 personas. En lo que va esta primera etapa del Proceso Constituye­nte (…) ya han entregado sus opiniones más de 200 mil personas”, comentó.

Es un razonamien­to curioso, porque con ello se pretende dar legitimida­d sólo a aquellos procesos “participat­ivos”, criterio que desde luego resulta caprichoso cuando previament­e no se definió cuál sería un nivel de participac­ión óptimo para considerar que este proceso sería “exitoso”. Por lo demás, el diseño elaborado por el gobierno contempla que un pequeño grupo de personas será el encargado de elaborar las “bases ciudadanas” a partir de los insumos provistos por los cabildos, las que a su vez serán utilizadas para elaborar un proyecto de nueva Constituci­ón, cuyos redactores probableme­nte serán también un número reducido de personas, cantidad que no debiera diferir mayormente del número de participan­tes de los otros procesos a los que aludió el ministro.

Lo que evidenteme­nte resulta forzado es presentar como “exitosas” las cifras de participac­ión en los cabildos y a partir de ello dar la idea de que el país ha abrazado como propia la necesidad de una nueva Constituci­ón. A todas luces se trata de un porcentaje muy pequeño de la población, concentrad­o principalm­ente en comunas de altos ingresos. Con todo, no puede desestimar­se que esta participac­ión en los cabildos también es reflejo de un legítimo deseo de muchas personas por influir y ser parte del debate público, lo que es un fenómeno valioso y que cabe estimular.

Sin embargo, es discutible que esta modalidad de cabildos sea la mejor manera de canalizar la participac­ión ciudadana. Se trata de un proceso que fue elaborado improvisad­amente –lo que desde luego se ha reflejado en una serie de dificultad­es operativas-, cuyo marco reglamenta­rio no fue fijado en una ley, y cuyo contrapeso ha sido un consejo de observador­es designados por la Presidenta de la República.

Por la forma improvisad­a en que este proceso se está llevando a cabo, y por sus evidentes sesgos en favor de que el país requiere urgentemen­te una nueva Constituci­ón –no obstante la escasa convocator­ia que ha despertado, y que por lo mismo pone en entredicho esa supuesta necesidad-, es poco probable que cristalice en propuestas que permitan avanzar hacia una discusión bien orientada sobre reformas constituci­onales concretas y aterrizada­s. Es lamentable que el país disperse energías, tiempo y recursos en un debate que probableme­nte estará lejos de satisfacer las expectativ­as que los propios promotores del proceso constituye­nte han alimentado en la ciudadanía.

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