La Tercera

Yo renuncio

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Señor director:

Hace aproximada­mente 15 años, cuando, por una invitación de la directiva de la UDI acepté postular a una senaduría por la Quinta Región Costa, lo hice para proteger la futura opción presidenci­al de Joaquín Lavín, consciente de que para ello debía enfrentar a Sebastián Piñera que, hasta ese momento, tenía asegurada su vuelta al Senado quedando bien posicionad­o para sus futuras aspiracion­es políticas.

Lo hice también, porque en ese tiempo la UDI había desarrolla­do un trabajo de aproximaci­ón a las bases populares del electorado y porque tenía una posición clara frente al rol que había jugado en respaldo al gobierno de las FF.AA. y de Orden, con cuya colaboraci­ón había cambiado el destino de nuestro país luego del desastre de la UP.

La historia cuenta que obtuve el porcentaje de votación más alto en la circunscri­pción desde la vuelta a la democracia, que me inscribí en el partido y que juré mi cargo parlamenta­rio hasta que, finalmente, fui reemplazad­o por Lavín en el siguiente proceso electoral.

Ha pasado un largo tiempo y veo que mi partido ha modificado su vocación popular hasta llegar a cambiar el logo que con tanto orgullo lucíamos, hoy carece de un proyecto político y entra en una suerte de pragmatism­o desorienta­do, usando la figura de Joaquín Lavín como una suerte de comodín electoral, olvidando sus propios acuerdos de elegir candidatos por primarias o encuestas.

Por todo lo anterior y más, es que procedo a renunciar como militante de la UDI. que fuerza el lenguaje. De vuelta al realismo verbal.

Luego señala que en los países con matrimonio homosexual “no se ha elaborado una nueva definición coherente con ese cambio, sino que ha sido modificado (formalment­e) uno de sus requisitos, sin tomarse en serio las consecuenc­ias de ello.” ¿Qué países tan irresponsa­bles son estos?

No sabemos, pero se debería a que seguimos “atados a la definición tradiciona­l de matrimonio”, sin hacer caso del llamado de Foucault a “superar radicalmen­te las institucio­nes tradiciona­les”.

Creo que las institucio­nes –entre ellas el lenguaje-, cambian por evolución y no por superacion­es radicales. Por esto pienso en una nueva definición de matrimonio como paráfrasis de lo que tenemos: “contrato solemne por el cual dos personas se unen con la intención de estarlo de por vida, para vivir en intimidad, cuidar a los hijos que puedan procrear o adoptar, y auxiliarse mutuamente”. ¿Poco radical?

Puede ser. En una de esas, el conservado­r aquí soy yo. del proyecto se cumplan es del gobierno.

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