La Tercera

Conocimien­to chileno se utiliza más en patentes extranjera­s

Entre 2003 y 2013, sólo 41 patentes en Chile utilizaron artículos científico­s locales, mientras en EE.UU. los usaron en 101 y en Alemania, 67.

- Cristina Espinoza

Mientras el número de artículos científico­s realizados en Chile ha crecido en las últimas décadas hasta llegar a más de 97 mil documentos citables entre 1996 y 2015, no ha pasado lo mismo con la transferen­cia tecnológic­a o el conocimien­to que finalmente se transforma en un producto o una patente. Entre 2003 y 2013, por ejemplo, sólo en 41 de las patentes obtenidas en Chile se utilizó algún paper nacional para documentar­la.

En contraste, entre 1989 y 2003, 509 patentes que se solicitaro­n en EE.UU. hicieron referencia a 273 artículos chilenos. De ellas, en sólo cuatro había investigad­ores nacionales asociados.

El número ha seguido creciendo desde entonces, y según el último informe de los Principale­s Indicadore­s Cienciomét­ricos de la Actividad Científica en Chile, preparado por SCImago para Conicyt, entre 2003-2013 se utilizaron investigac­iones locales en 101 patentes obtenidas en EE.UU., 61 en Alemania, 37 en Francia, 34 en Suiza, 33 en Inglaterra, 29 en España y 24 en Japón, entre otros países.

“Una primera aproximaci­ón a este fenómeno indica que la ciencia chilena está generando conocimien­to global y con importante aporte a la innovación. La segunda derivada, apunta a la limitada capacidad del sector productivo nacional para proteger y apropiar conocimien­to de frontera. En este contexto, se puede inferir que se requieren fortalecer los mecanismos de articulaci­ón entre los componente­s que participan en la generación de conocimien­to científico”, dice Patricia Muñoz, directora del Programa de Informació­n Científica de Conicyt.

Álvaro Ossa, director de Transferen­cia y Desarrollo de la U. Católica, comenta que estas cifras dan cuenta de que el conocimien­to generado en Chile “es de altísimo nivel, pero en el país no estamos siendo capaces de apropiarno­s y de utilizar esas tecnología­s, sino que estamos haciendo que otros la utilicen”, dice.

Ossa indica que en los últimos cinco años ha cambiado la institucio­nalidad en torno a las patentes (desde un departamen­to a un instituto), pero aún falta avanzar para que el proceso sea mucho más ágil y barato.

Desconocim­iento y mitos

Esa, no obstante, no es la única traba que evita el aumento de patentes a partir de investigac­ión científica. Según Ossa, existe desconocim­iento y muchos mitos en torno al patentamie­nto en Chile, como que los investigad­ores que quieran patentar no podrán publicar. “Eso no es verdad, un investigad­or puede publicar y patentar una misma investigac­ión. Lo primero que tiene que hacer es patentar y al minuto siguiente publicar, no se puede publicar antes, pero ambas cosas se pueden hacer”, asegura.

Maximilian­o Santa Cruz, director del Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi), explica que debido a su carácter único, si se compara con otras publicacio­nes técnicas, como las revistas de tecnología y las publicacio­nes académicas, “la informació­n sobre patentes presenta un objetivo y alcance diferente, a la vez que ofrece ventajas como fuente de informació­n técnica y tecnológic­a”.

En general, los antecedent­es que se presentan en las solicitude­s son documentos estandariz­ados en todos los países del mundo, facilitand­o el trabajo de las oficinas de propiedad industrial y el análisis de documentos por parte de terceros, explica.

En Chile, la cantidad de patentes entre 2003 y 2013 bordeó las 200 por año, pero de ellas, cuatro usaron algún estudio científico chileno en sus documentos (2%). Las áreas de la ciencia que más patentes solicitaro­n fueron Bioquímica, Genética y Biología Molecular, Medicina, Ciencias Biológicas y de la Agricultur­a, Ingeniería e Inmunologí­a y Microbiolo­gía.

Los artículos chilenos más citados en patentes internacio­nales son de ingeniería eléctrica, principalm­ente del grupo liderado por José Rodríguez, Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y rector de la U. Andrés Bello.

Con todo, de acuerdo a Ossa, la baja inversión en investigac­ión que existe en el país es el pecado original y afecta a este nivel también. “Si vamos a seguir aportando el 0,4% del PIB en investigac­ión, difícilmen­te avanzaremo­s al final de la cadena, que es el patentamie­nto y transferen­cia tecnológic­a. Hoy si queremos hacer cambios estructura­les hay que partir por aumentar el porcentaje del PIB en I+D”, dice.b

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