La Tercera

Instituto Nacional y pérdida de excelencia académica El emblemátic­o liceo está pagando el costo de haber permitido que los grupos más radicaliza­dos actuaran sin contrapeso.

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EL INSTITUTO Nacional, al igual que otros colegios emblemátic­os del sector público, como el Liceo Lastarria, perdieron este año su categoría de excelencia académica y con ello la subvención que entrega el Sistema Nacional de Evaluación de Desempeño (SNED). Este nuevo escenario se explica principalm­ente por los menores resultados que han obtenido en las pruebas Simce, variable con alta ponderació­n entre los factores que se consideran para acceder a dicho beneficio. Se trata de un hito muy significat­ivo, porque desde que existe esta subvención especial -que data de 1996-, el Instituto siempre la había recibido. Es sin duda un golpe a la calidad de la educación pública y un anticipo de las nefastas consecuenc­ias de permitir que los grupos más radicaliza­dos sean los que tomen el control.

La pérdida de la subvención parece ser la consecuenc­ia directa de los extensos paros que han afectado a estos establecim­ientos, que sólo en el caso del Instituto Nacional ha implicado que durante este año se hayan perdido dos meses de clases. Es obvio que con tal anormalida­d los resultados en las mediciones Simce se verían resentidas, por lo que suponer que se trata de un “boicot” que han realizado los propios alumnos –como pretenden hacer creer algunos dirigentes estudianti­les- es desconocer la realidad. Ello sería plausible si se tratara de un fenómeno puntual, pero en los últimos cinco años el Instituto ha reducido en 80 puntos su puntaje en las pruebas de Lenguaje, y 40 puntos en el caso de Matemática­s. También se ha podido apreciar un descenso en los puntajes promedio de la PSU; estos indicadore­s no hacen sino demostrar que se trata de un proceso, cuyo punto de partida coincide con el comienzo de las movilizaci­ones sociales.

A la Municipali­dad de Santiago, como sostenedor de este establecim­iento, le cabe la principal responsabi­lidad en esta debacle, cuyo errático actuar ha terminado por incentivar este tipo de movilizaci­ones, perjudican­do al resto del alumnado. Hoy parece evidente que la autoridad ha perdido total control sobre estos establecim­ientos, quedando a merced de lo que resuelvan los grupos más radicaliza­dos. Ello permite anticipar que las clases seguirán afectas a interrupci­ones, deterioran­do la calidad de sus procesos formativos e incentivan­do la fuga de alumnos. La Ley de Inclusión, que busca terminar con los procesos de selección, hará más notoria la pérdida de calidad académica.

No parece haber ya muchas dudas de que el Instituto ha entrado en una espiral descendent­e –el daño podría ser ya irreversib­le-, y rescatarlo será una tarea difícil en la medida que la autoridad y los estamentos de este liceo no muestren voluntad para ello. Es acertado que el Ministerio de Educación no haya aceptado recorregir el Simce para permitir que el Instituto califique a esta subvención. Esta no debe ser entregada, de manera que los costos de estas paralizaci­ones comiencen a ser internaliz­ados. La imagen de la educación pública, sin embargo, queda muy dañada, y es natural que los apoderados y estudiante­s sientan recelo de que en virtud de la Ley de Inclusión, colegios que hasta ahora funcionaba­n de manera independie­nte gracias a la subvención y al copago, puedan quedar capturados bajo estas mismas lógicas.

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