Ahora habrá que dialogar sobre lo que necesitamos hacer mejor para unirnos, respetarnos y complementarnos mejor. Así que lo siento por las sirenas que cantan: no vamos a cambiar de domicilio político.
LA DEMOCRACIA Cristiana nunca se concibió como un partido de centro, sino que por el contrario, nace como un partido de vanguardia, entendiéndose así como un partido con vocación de cambios y reformista. En esto la DC chilena fue siempre entendida como un partido de centroizquierda, diferenciándose de los partidos socialistas de inspiración marxista de antaño, por su compromiso con la democracia, no tan sólo en cuanto al sistema procedimental de gobierno, sino que también por la valoración sustantiva de este sistema de gobierno.
Asimismo, es a mi juicio equivocado sostener que en estos tiempos, la DC es o debe ser un partido representativo de la clase media. En el Chile de hoy, al igual que en muchas otras sociedades posmodernas y globalizadas, ya no existen las correspondencias entre clases sociales y partidos políticos. Por lo demás, en un país en que el 80% de la población se considera de clase media, decir que se aspira a representar a dicho estrato es lo mismo que decir que se aspira representar al país entero.
Si bien es importante ser autocríticos, más aún cuando el gobierno tiene un 15% de respaldo, deslindar de ello responsabilidades, y más aún, centrarlas en el PC, es no sólo injusto, sino que completamente equivocado. Las responsabilidades en los errores de los gobiernos de coalición, son precisamente de todos los partidos integrantes de la coalición, y no de uno en particular.
Las causas del bajo apoyo en las encuestas obedecen a múltiples factores, que dicen relación con: i) reformas que generan mucha incertidumbre; ii) grupos de interés que se sienten afectados por los cambios; iii) mala situación económica; iv) problemas de gestión, y por sobre todo; v) una grave crisis de confianza que viven las instituciones, en donde el 80% de la ciudadanía considera que los políticos están involucrados bastante o casi en su totalidad en actos de corrupción. De esta manera, es importante plantearse cuál debe ser el lugar de la DC en los próximos años, y en mi opinión, nuestro partido debiese seguir siendo un partido propulsor de cambios, que en fiel concordancia con su ideología, esté al servicio de los más débiles de la sociedad y no de los intereses de quienes más tienen.
La DC tiene la característica de ser el único partido pluriclasista de Chile, y por lo mismo, en él caben tanto trabajadores y pobladores, como profesionales liberales y empresarios. El factor común que nos debe unir, debe ser la búsqueda del fin de las desigualdades y la consecución de una sociedad en que la ética gobierne las conductas de los ciudadanos, y como somos un partido con vocación de mayoría, nuestro espacio tiene que ser una coalición amplia de centroizquierda, sin exclusiones, que permita consolidar las reformas ya iniciadas y hacer frente a los nuevos desafíos que nos plantee la ciudadanía.
En síntesis, si me preguntan si la palabra empeñada de la DC tiene fecha de vencimiento, la respuesta es no. Estamos comprometidos con un gobierno y un programa hasta el último día y eso no cambiará.
Si me preguntan por los problemas que tiene el gobierno, y si estos problemas nos harán abandonarlo, yo les digo nuevamente que no. Primero, porque este es nuestro gobierno, no algo ajeno que miramos desde fuera. Segundo, porque los socios se prueban en la adversidad, no cuando va todo bien. Si me preguntan si quiero cambiar de socios, mi respuesta es simple: para ser mayoría se necesita concertarse con otros; en Chile estos “otros” es la derecha o los demás partidos de la centroizquierda, y yo no quiero cambiar de aliados.
Es tarea de los liderazgos presidenciales emergentes encabezar nuevos desafíos. Ahora habrá que dialogar sobre lo que necesitamos hacer mejor para unirnos, respetarnos y complementarnos mejor. Así que lo siento por las sirenas que cantan: no vamos a cambiar de domicilio político.