La continuidad tiene problemas de fondo. ¿Qué significa profundizar los cambios en un supuesto nuevo gobierno de la Nueva Mayoría? ¿Se trata de seguir gobernando con formas tan distintas de entender temas fundamentales?
LA NUEVA Mayoría como alianza de gobierno fracasó. En dos años y medio de gobierno no logró responder a las expectativas que suscitó entre los ciudadanos. El 8% de apoyo y un magro 15% al gobierno, son elementos de realismo mínimo para proyectar algo distinto hacia el futuro.
La enorme popularidad de la Presidenta Michelle Bachelet impidió a la mayoría de los dirigentes de los partidos asumir que se estaban comprometiendo con demandas difíciles de implementar, expresadas en forma genérica, más como deseos que como propuestas de políticas públicas. El cambio del modelo a través de un conjunto de reformas estructurales y fundacionales, implementadas al mismo tiempo, se estrelló con un diagnóstico equivocado sobre realidad y también sobre lo que la gente común estaba manifestando en sus aspiraciones de cambios. Se estrelló, además, con las debilidades de gestión, falta de diálogo, apuro y el intento de imponer una mayoría circunstancial sobre la minoría, lo cual fue dejando en evidencia divisiones internas que se han mostrado con mayor claridad cuando bajó la popularidad de la Presidenta. ¿Es posible seguir gobernando juntos los mismos partidos en la Nueva Mayoría?
En primer lugar, se ve prácticamente imposible que los ciudadanos vuelvan a apoyar a la Nueva Mayoría. Por lo tanto, ¿qué propósito tiene seguir en un acuerdo que tiene escasas posibilidades de volver a gobernar? A nadie le conviene más que a la derecha que se mantenga la coalición actual.
Eso no significa abandonar ahora el gobierno; la Democracia Cristiana debe contribuir hasta el final a reorientar sus políticas y cumplir su compromiso. Pero la continuidad tiene también problemas de fondo. ¿Qué significa profundizar los cambios en un supuesto nuevo gobierno de la Nueva Mayoría? ¿Se trata de seguir gobernando con formas tan distintas de entender temas fundamentales como la democracia, el rol del Estado, el crecimiento económico, la participación del sector privado o cómo se mejoran la educación y la salud?
En el caso de la Democracia Cristiana, por doctrina somos un partido esencialmente democrático. La democracia no consiste en la imposición de la mayoría sino en una convivencia que haga posible la vida en común. Esto significa respetar siempre la institucionalidad que, ciertamente, podrá cambiarse, pero bajo sus propias reglas. No corresponde darse gustitos como presentar mociones o indicaciones parlamentarias a sabiendas que son inconstitucionales para hacer un punto. Por otra parte, la Democracia Cristiana ha sido un partido progresista, que ha impulsado grandes transformaciones por la vía de la gradualidad, entendiendo que los países se construyen sobre el legado de las otras generaciones.
Por último, nuestro partido cree en una sociedad de personas libres, donde las comunidades y la iniciativa privada juegan un rol central; en una economía social de mercado, donde la riqueza la generan empresarios y trabajadores; en un Estado que busca el bien común y no se matricula con intereses sectoriales, capaz de promover los derechos humanos, la justicia, la seguridad y también garantizar la libre competencia y los servicios esen- ciales con las debidas regulaciones.
Las reformas predominantes durante este gobierno, salvo excepciones como la política energética, han ido en una orientación distinta.
Lo que viene debe ser un esfuerzo amplio que tienda a unir a los chilenos a través de un proyecto común, que busque reconstruir las confianzas y promueva los cambios necesarios en forma gradual, combinando la política con la eficacia técnica y usando el diálogo democrático como el instrumento fundamental para convencer, acordar y progresar.