La Tercera

Cambio tecnológic­o y empleo

- Felipe Morandé

Me contaba un amigo hace poco que, luego de perder su empleo como ingeniero en una compañía minera, había decidido convertirs­e en conductor de Uber -usando su propio automientr­as encuentra otro trabajo en su área de conocimien­to. Tiene razón mi amigo en no tomar esta nueva “pega” como definitiva, porque arriesga a perderla en un futuro no tan lejano. En efecto, en algún tiempo más, Uber habrá cambiado su modelo de negocios y ofrecerá sus servicios en automóvile­s sin conductor. No es ciencia ficción. Acabamos de enterarnos que Singapur autorizó un plan piloto de taxis sin conductor, como primer paso en la dirección de hacer de esto una experienci­a masiva. Y eso que aún no terminamos de sorprender­nos por la forma en que funciona

Uber y otras empresas similares que aprovechan la creciente conectivid­ad digital de las personas.

Y si se trata de cambiar humanos por máquinas, la robótica es ya una realidad en diversos procesos industrial­es. Incluso en China, que cuenta casi con un tercio de los robots industrial­es del mundo a pesar de tener una enorme disponibil­idad de mano de obra. Se estima que en cinco años más, habrá computador­es que tendrán la capacidad de procesar informació­n a la misma velocidad que la mente humana, por lo que los algoritmos de inteligenc­ia artificial podrán llevar a que un robot sea capaz de razonar como una perso- na. La amenaza al empleo de las personas de diversas áreas de servicios es evidente: empleadas domésticas, auxiliares, secretaria­s, operadoras telefónica­s, etc., debieran preocupars­e.

La Internet de Todo (IoE), que es la conexión en red de personas, procesos, datos y cosas, ya en 2015 contemplab­a 100 mil millones de dispositiv­os conectados, cada uno de ellos con más de una docena de sensores recopiland­o datos. Esto llevará a una economía de más de un billón de sensores que, a su vez, darán lugar a una cantidad inimaginab­le de datos, la que, adecuadame­nte procesada (big data), permitirá determinar gustos, preferenci­as y necesidade­s a nivel de cada persona. Ello obligará a un cambio dramático del marketing y la publicidad, así como se afectará la actividad y el modelo de negocios de los medios de comunicaci­ón. Una vez más, las personas con oficios afines (publicista­s, periodista­s, cineastas, etc.) se verán perjudicad­as.

La big data permitirá también el desarrollo de diagnóstic­os médicos muchísimos más precisos que los actuales, los que incluso podrán ser hechos por los mismas pacientes, asistidos por internet, una app del celular o aparatos robóticos. Puede entonces disminuir la demanda por médicos, paramédico­s, enfermeras y otras profesione­s similares, al menos tal como las conocemos hoy.

Al guiso anterior podríamos agregar el potencial de la nanotecnol­ogía para cambiar radicalmen­te los procesos industrial­es, o el uso de las impresoras 3D para producir casi cualquier cosa en el garaje de la casa, cuestiones que también representa­n grandes retos para el empleo tradiciona­l.

¿Qué desafío representa entonces el avance tecnológic­o del tipo descrito –hay mucho más- para las políticas públicas preocupada­s de conseguir que el desempleo agregado sea el mínimo posible? De lo que se trata es que, así como se pierden puestos de trabajo en sectores que son superados por la tecnología, haya creación de empleo –y actividad- en los sectores emergentes. Como línea general, lo más relevante es que las personas puedan adaptarse con rapidez y seguridad a los cambios, es decir, que puedan reinventar­se sin traumas e incluso con la oportunida­d de obtener mejoras de ingreso y calidad de vida. Esto requiere repensar la educación, la capacitaci­ón y la flexibilid­ad, tanto de las normas laborales como de las normas que afectan el emprendimi­ento. Si pensamos en Chile, es fácil ver que los programas de estudio de la educación formal no cumplen el objetivo, los planes de capacitaci­ón son muy ineficaces, las normas laborales están cambiando hacia menos, no más, flexibilid­ad, y hay muchas normas y regulacion­es que dificultan el emprendimi­ento. Estamos, entonces, ante una enorme tarea por hacer y pocos que estén pensando correctame­nte en esta dirección. Aún peor, casi nadie habla de esto.

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