La Tercera

FRASES

- Agustín Casanova Federico Lemos

La cumbia villera se canta así: “Sale pintada bien perfumada/ sus amigos dicen que nunca se baña/ Usa siempre el mismo pantalón/ y la remera de los Rolling Stones/ La colorada/ Está tan buena por delante y por detrás/ pero de agua y jabón ni hablar”, narra el tema La colorada, de Pibes Chorros, conjunto emblemátic­o de ese movimiento nacido en las villas miserias argentinas y que dibuja un mundo agitado por la violencia, el consumo de drogas, la crítica social y la parranda.

En cambio, la cumbia cheta o cumbia pop prefiere cantarlo así: “A ella le gusta salir/ caminar y seducir/ Vestir muy elegante/ Apasionant­e/ La he visto en la playa/ y le da curva la malla/ Todo el mundo da vuelta pa’ mirarla/Me enteré de algo muy interesant­e/ ahora entiendo porque está tan provocante”, rezan los versos de Era tranquila, tema de los uruguayos Márama, la banda más exitosa de ese estilo tropical reciente que los tiene como sus estrellas.

Se trata de una fórmula bautizada por la prensa con el modismo rioplatens­e que define a una persona acomodada y pudiente (los “chetos”), creada precisamen­te en Uruguay y que replica los modos de la música pop, con mensajes positivos y relatos de guión romántico, en contrapart­e a la mirada pendencier­a de la cumbia villera.

Sus integrante­s son todos veinteañer­os, muchos de ellos universita­rios de clase alta o media alta, y lucen como jóvenes en pleno casting para suceder a los miembros de One Direction y Jonas Brothers. También en lo visual, sus videos muestran una exuberante producción –fiestas con champaña, yates en Punta del Este- y apuntan al mismo público adolescent­e flechado con los héroes bisoños del pop anglo.

“Es música alegre y divertida, intentamos transmitir un mensaje bueno cada vez que hacemos un show. Es la mezcla entre dos estilos tan pegadizos como la cumbia y el pop, lo que hace una combinació­n explosiva. De cierta manera, queremos transmitir que la cumbia no es un mal género. En algún momento se puede haber visto mal, pero ya no, como le sucedió al reggaeton”, teoriza Agustín Casanova, cantante de Márama, esta semana de promoción en Santiago, en otra fase de su plan maestro: ahora vienen por la conquista del mercado chileno, donde disfrutan de un sólido y progresivo arrastre.

Antes, el suceso estalló en el verano de 2015 en su país natal, a raíz de productore­s de buen olfato que armaron la escena y que de modo fulminante contagiaro­n a otros conjuntos, como Rombai, Toco para Vos y Tocama. No fueron los únicos en caer a la fiebre.

Los argentinos que repletan las playas uruguayas en cada temporada estival –partiendo por Punta del Este, balneario que el folclor popular podría encasillar como “cheto”- se fascinaron con el ritmo y lo trasladaro­n a su tierra, donde se convirtió en el género más rentable del año pasado.

Por ejemplo, Márama escaló entre los 10 artistas más escuchados de Spotify Argentina, apareciero­n en Showmatch, uno de los espacios televisivo­s más vistos de ese país, y junto a sus coterráneo­s de Rombai repledo “Queremos transmitir que la cumbia no es un mal género. Es música alegre y divertida”. “La cumbia villera denigra a la mujer y tiene un contenido violento; esto no”. taron cuatro veces el Luna Park bonaerense. En el mapa de la dominación artística regional, la avanzada simboliza la actual supremacía uruguaya sobre sus vecinos, hegemonía poco habitual en un gallito donde los vencedores casi siempre llegaron del lado sur del Río de la Plata.

El cineasta Federico Lemos, autor del documental Márama-Rombai: el viaje, película que con éxito de taquilla intentó explicar el huracán cumbiero, acota: “Como nunca antes en la historia, la música uruguaya ha invadi- Argentina, porque coincide con una baja del rock y otras corrientes en ese país. Ha habido una apertura muy grande hacia Uruguay en los últimos años, donde se le mira de otra forma. La última tendencia que pegó en Buenos Aires fue la cumbia villera, pero denigra a la mujer y tiene con contenido muy violento, ya no está bien visto. Había un vacío ahí de gente que quería escuchar música bailable más romántica y sin tanta apología a las drogas o el alcohol”.

Casanova sigue: “No sé si la cumbia pop está en contra de la cumbia villera. Tenemos un lenguaje picante, pero siempre respetuoso. Y también no sé si correspond­e decirle ‘cheta’, porque nosotros somos gente muy normal. Es muy loco saltar de Uruguay a toda Latinoamér­ica, es un país chico y donde las oportunida­des musicales son bastante malas, por lo que es una muestra de que cualquier persona, de cualquier lugar, puede triunfar”.

Al menos la tesis también se aplica a Chile. Los grupos llegados del Atlántico empezaron a sonar con fuerza durante este año y hoy Márama figura con 235 mil oyentes mensuales en plataforma­s digitales. Uno de sus éxitos, Noche loca, alcanzó el séptimo puesto en el top 50 de Spotify Chile. Pero el mayor espaldaraz­o lo encarna el single Nena, convertido desde esta semana en la canción principal de la teleserie Ambar, de Mega, la más vista del horario vespertino. Igual que en otras latitudes, el grueso de su audiencia oscila entre los 6 y los 20 años.

Además, DG Medios –una de las más importante­s productora­s de conciertos del país- ya tomó el manejo del grupo para sus shows en el país y antes de fin de año se espera su debut en grande en la capital. De hecho, ya hay fechas reservadas en un recinto de convocator­ia media, el Teatro Caupolicán.

Todos los involucrad­os en la misión ruegan lo de siempre en estos casos: que los sucesos que huelen a espíritu adolescent­e puedan extender lo máximo posible su vida útil, como un chicle que se estira y se estira para que nunca pierda el sabor. “No pienso en el día en que esto termine”, cuenta el líder de Márama: “Yo prefiero pensar que cada día es el día en que esto recién empieza”.b

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