Proyecto fallido
AESTA altura señalar que la Nueva Mayoría es un proyecto fallido debería ser un consenso. Cuesta imaginar lo contrario con estos niveles de aprobación, disgregado y sin alma. Si languidece es porque sigue aferrándose a sus mitos: el programa, el cuco de la derecha o la perspectiva histórica de sus reformas. Nada de eso existe hoy salvo en la imaginación de una pequeña elite política que sufre de endogamia. El esfuerzo de quienes alguna vez adherimos a ella es escudriñar las causas del fracaso.
Partamos por los errores originales: un programa lleno de prosa y eslóganes aceptado sin reparos; un acuerdo político en que las reglas de convivencia las definían los aduladores del poder a costa de reparos o críticas; la sobrerrepresentación de un sector político con baja adhesión electoral (la izquierda estatista); la con- vicción sesentera de que bastaba sumar partidos para construir mayorías; y sobre todo un diagnóstico distinto respecto a lo que pasaba en Chile: unos creían que era una crisis de la modernización y otros del modelo. Las causas sobrevinientes terminaron por sepultar al gobierno: captura del Estado y reformas hechas a su medida; desprecio absoluto por lo técnico; imposibilidad de priorizar y sobredosis de voluntarismo. El resultado: un gobierno aferrado a la idea de que sus ilusiones y su programa eran más importantes que hacer una buena gestión y construir un buen gobierno. La coalición pasó a ser una nueva minoría aislada entre sus fanáticos.
¿Qué va a pasar con la Nueva Mayoría en el futuro? Ojalá que nada. Sólo en la cabeza de unos pocos nostálgicos vive la idea que manteniendo una alianza de muchos partidos, sumado a la aversión a Pinochet y la derecha, basta para ganar y gobernar. Al centro y la centroizquierda que todavía vive en la NM le urge aprender la lección: más que grandilocuencia se necesita tener acuerdo en lo sustantivo para hacer buenos gobiernos y mejores reformas, no al revés. Y debe salir de proyectos, que a través de la venta de ilusiones y la exacerbación de los conflictos, traicionan lo que fue la esencia del proyecto político de la modernización de la centroizquierda: lograr mayor inclusión poniendo a colaborar al Estado con el mercado y reconciliar Chile. Exactamente el sentido contrario en que avanzó la Nueva Mayoría. Los últimos estertores del fallido pacto deberían llevar sanamente a que las dos visiones irreconciliables sobre lo que necesita Chile se divorcien y aclaren su nueva oferta: por un lado, quienes creen que el problema de Chile se soluciona con más Estado y más partidos para hacer mayorías, y por otra, quienes creen que se soluciona con mejor Estado, colaboración empresa-Estado y una amplia mayoría de ciudadanos.
En el corolario de esta pequeña historia hay que evitar dos potenciales resultados: los que creen que el camino es revivir la Concertación y los que pragmáticamente encandilados por nuevas candidaturas como la de Guillier- terminen concediendo para mantener el poder. Para ellos un diagnóstico adelantado: volverán a fracasar. El imperativo ético debe ser construir proyectos para gobernar bien. La coalición pasó a ser una nueva minoría aislada entre sus fanáticos. ¿Qué va a pasar con la Nueva Mayoría en el futuro? Ojalá que nada.