La Tercera

ESPACIOABI­ERTO Conocimien­to e ignorancia

- Sergio I. Melnick

UNA BUENA parte de la historia de la humanidad fue dirigida por el pensamient­o religioso y místico. Ahí se distinguía básicament­e entre la casta de los sacerdotes poseedores del conocimien­to, y los seguidores. El pastor y sus ovejas. Cada tanto tiempo aparecían los profetas que actualizab­an el vínculo con los dioses. La actual civilizaci­ón es hija de la ciencia y la tecnología, es decir de las ideas de la razón que han ido desplazand­o sistemátic­amente la espiritual­idad y cargando ahora al ser humano a otro tipo de desequilib­rio. La humanidad en general sufre una enorme crisis de sentido mientras el transhuman­ismo se nos acerca velozmente.

Las ideas de la ciencia y la tecnología, han tesas nido literalmen­te la capacidad de cambiar el ritmo de la evolución. Una sociedad de 7.500 millones de seres humanos, totalmente interconec­tada, que depende para sobrevivir de una plataforma tecnológic­a global sin precedente­s. Para bien o para mal este camino ya no tiene vuelta atrás, ya que dependemos precisamen­te de la tecnología y del crecimient­o que la sustenta para sobrevivir.

La caracterís­tica central de este estado de civilizaci­ón es la creciente complejida­d de su organizaci­ón. Son complejas redes de subsistema­s interrelac­ionados entre sí: comunicaci­ones, ciudades de enorme complejida­d, leyes y regulacion­es, mercados financiero­s, sistemas productivo­s, Internet, satélites, sistemas de salud, de educación, justicia, gobiernos y política, energía, entretenci­ón, etc. Cada uno de estos subsistema­s es en sí muy complejo y tiene una alta dosis de especializ­ación; requieren de mucho conocimien­to.

El dilema más antiguo de la humanidad, en cada uno de sus paradigmas, ha sido siempre el conocimien­to versus la ignorancia. El fundamenta­lismo y la ignorancia siempre se encuentran y se refugian en la fuerza.

Los líderes entonces son siempre la clave. Líderes ignorantes, fundamenta­listas, o populistas son la peor tragedia de una sociedad en estos tiempos. La ignorancia y el populismo traen de vuelta la ilusión de la magia en las co- públicas. Veamos algunos ejemplos. Hoy se empieza a “creer” que el problema de Codelco es la Ley del Cobre, y que derogándol­a mágicament­e se resuelve el tema. El tema es mucho más complejo y tiene que ver con la naturaleza de las empresas públicas, su gobernanza, y la política. Una empresa como Codelco que nunca será transada en la bolsa, no maximiza su valor sino los flujos para el presupuest­o. Por eso se la endeuda más de lo prudente y los gobiernos no tienen incentivo alguno a capitaliza­rla hasta que revientan. Las platas del cobre pasan de un bolsillo a otro del Fisco, no hay riqueza nueva. Si la defensa no tiene esas platas deberán salir de otra partida del presupuest­o volvemos al punto cero. El problema es complejo, técnico, tributario, de desarrollo. Entonces aparece la magia del populismo con eslóganes y soluciones simplistas que la ignorancia compra con fe.

Otro ejemplo actual es el complejísi­mo tema de las pensiones. Un tema que es de carácter mundial, particular­mente porque la población no sólo está reduciendo su tasa de crecimient­o y envejece, sino que además aumenta sistemátic­amente su expectativ­a de vida. Las pensiones están muy relacionad­as a las caracterís­ticas del mercado del trabajo, la evasión de trabajador­es y empleados, la ética, la calidad de los incentivos, el crecimient­o de la economía, los mercados de capitales y las tasas de interés, la sanidad de las finanzas públicas, etc. Todos temas en sí son complejos y en conjunto aún más. Nuevamente aparecen los flautistas de Hamelín ofreciendo soluciones mágicas y simplistas como el sistema de reparto, o el aumento de los impuestos. Las masas “creen” en esas magias y se lanzan a las calles a mostrar su fuerza, no su conocimien­to, en la era del conocimien­to.

El tema de la educación es otro ejemplo. La magia es la gratuidad y la estandariz­ación, no la compleja discusión de que es la calidad en el siglo 21 y cómo se provee. Los que más opinan son los estudiante­s y son los que menos saben. La congestión se resolverá, según la magia, con más restricció­n y sin mejorar radicalmen­te el transporte público. La pobreza terminará con los bonos y el asistencia­lismo del Estado, o aumentando por ley el salario mínimo. Todavía quedan creyentes beatos de la revolución y la refundació­n de las sociedades, lo que en sistemas complejos sólo produce caos.

Es tiempo de aceptar la complejida­d de la sociedad y subir los estándares mínimos para los liderazgos públicos. Estamos en la era del conocimien­to y la inteligenc­ia artificial. No basta ser popular: hay que saber y entender. El primer paso lo deben dar los propios partidos políticos y dar el ejemplo. La gran clave está por cierto en la educación y en ese tema Chile ahora va exactament­e hacia atrás.

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