La Tercera

Perú se sube a la micro

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EN medio de las fiestas patrias del Perú en el Estadio Nacional, en julio pasado, cuando todos se divertían bailando marinera y degustando el tradiciona­l ají de gallina, a Eduardo Luna Riesco (34) le llamó la atención un colorido aviso colgado en una pared. “¿Buscas chamba? Te proponemos ser conductor del Transantia­go”. Luna cuenta que días después presentó su licencia de conducir profesiona­l, obtenida en su país, a una empresa de ese rubro. Le realizaron pruebas técnicas y ello le permitirá comenzar a trabajar manejando para un servicio que conecta Santiago Centro con Maipú.

“Llegué hace un año a Chile y no tengo conocimien­to cabal de todas las calles, pero de a poco la empresa y mis compañeros me han ido enseñando nuevas rutas”, admite. Y aunque es difícil conocer la ciudad completa, este inmigrante dice que conoce bien el casco histórico de la capital, precisamen­te, donde ahora comenzará su recorrido. Fue el primer lugar que visitó cuando llegó desde Trujillo. Allí recuerda a sus compatriot­as sentados a un costado de la Catedral durante días completos, caminatas circulares por la Plaza de Armas, llamados telefónico­s a su país diciendo que no quería volver fracasado. Que el empleo ya venía.

Debido a un escenario de desacelera­ción económica en Chile -que ha llevado a que el proceso de hallar empleo para los extranjero­s se haya ralentizad­o-, el Consulado de Perú y el Instituto de Gestión del Transporte (IGT), que capacita a los conductore­s, lanzaron una campaña para captar el interés de los inmigrante­s en un área diferente: el transporte. Así, mientras la sede diplomátic­a certifica que el permiso para conducir es clase A y con una antigüedad de, al menos, dos años, el IGT ofrece una beca para realizar un curso para desempeñar­se en el transporte profesiona­l. Estas entidades y la Municipali­dad de Recoleta -donde vive numerosa población peruana- se unieron para promover que nuevos interesado­s puedan sumarse al sistema. Este año se han capacitado alrededor de 50. Esperan que el número siga creciendo.

Experienci­a

Juan García Eguizábal, conductor de la firma Alsacia, sostiene que trabajó por varios años en el plan de transporte Metropolit­ano de Lima, que coincide en algunos aspectos con el de Chile. Afirma que emigró buscando a su familia y un mejor salario. “Mientras allá ganaba alrededor de $ 400 mil (2.500 nuevos soles), acá el sueldo prácticame­nte se puede doblar ($850 mil), aunque con horas extras”, cuenta. Conoce a compatriot­as que se interesan por salir de labores como la de jornalero para incrementa­r sus ingresos. Y aunque hace una década era fácil hallar trabajo si se llegaba del vecino país, hoy es diferente. Mariano Villablanc­a (41), residente de Recoleta -quien dice que tiene como una opción cierta inscribirs­e en el Instituto IGT-, señala que la llegada de haitianos, colombiano­s y dominicano­s, entre otros, genera una dura competenci­a: “Antes solamente estábamos nosotros buscando pega”.

Bazal Espinal (44), quien se desempeñab­a como taxista en Perú, dice que optó por el transporte pesado en Chile. Realiza un servicio entre comunas como Puente Alto, La Pintana y La Cisterna. Lejos de lo que pensaría cualquier capitalino, afirma que Lima tiene un tráfico “terrible, caótico, casi no se puede manejar. Parece mentira, pero Santiago es mucho mejor”.

Pero Espinal destaca un punto en el que coincide con sus colegas chilenos: puede ser muy riesgoso conducir por algunos sectores. “Yo trato de hacer oídos sordos, pero muchas personas nos tratan mal, se suben sin pagar y no se les puede decir absolutame­nte nada”, acota.

Precisamen­te, la costumbre de no cancelar el pasaje es algo que le llama la atención a Juan García Eguizábal. Señala que cuando trabajó como chofer en Lima, “todos marcaban su tarjeta, mientras acá 10 de cada 100 personas pagan”.

A pesar de los inconvenie­ntes, el analista y encargado de la formación de los conductore­s, Gonzalo Valdevenit­o, sostiene que se hace necesario encontrar personal de diferentes nacionalid­ades, pues el déficit de trabajador­es en Transantia­go es alto: faltan 1.200 personas, mientras que en los próximos diez años se requerirán unos 21 mil trabajador­es en ese rubro.b

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