La Tercera

¿Tiene futuro la Nueva Mayoría?

- Ignacio Walker

CPor omo Nueva Mayoría y gobierno de la Nueva Mayoría hemos sufrido una contundent­e derrota político-electoral. Teníamos una ventaja de 41 alcaldes en relación al Chile Vamos (2012), y hoy tenemos una desventaja de cinco alcaldes. Teníamos una ventaja de 17 puntos porcentual­es en votos de concejales, que se ha reducido a siete puntos. Las cosas por su nombre: hemos sido derrotados.

La desmesura refundacio­nal del primer tiempo, con la aplanadora, la retroexcav­adora y el infantilis­mo progresist­a; la improvisac­ión y desproliji­dad, que hemos denunciado tantas veces, hasta el punto de la majadería, y la mala gestión de las reformas explican la desaprobac­ión del gobierno en las encuestas y la derrota electoral municipal.

A decir verdad, no fue un resultado inesperado. Había demasiados signos de que las cosas no se estaban haciendo bien, por lo que mal se podían esperar buenos resultados.

La conclusión de lo anterior es una sola: la necesidad de una profunda rectificac­ión y de un cambio de rumbo. En otras palabras, no podemos seguir haciendo, y ofreciendo al país, más de lo mismo.

Surge una gran interrogan­te en torno al futuro de la Nueva Mayoría, definida en su momento como “un acuerdo político y programáti­co para apoyar al gobierno de la Presidenta Bachelet”. Los resultados electorale­s municipale­s demuestran que no solo la “obra gruesa” del gobierno ha terminado, sino el proyecto mismo de la Nueva Mayoría.

El PDC sufrió una baja electoral desde un 16,51% a un 11,85% en alcaldes, y de un 15,07% a un 12,77% en concejales. Digámoslo derechamen­te, también fue un mal resultado para la DC. Tenemos que hacer una reflexión de fondo sobre las cosas que hemos estado haciendo mal, y las causas de esta declinació­n electoral, que habíamos detenido en 2012.

Estas elecciones se dan con el trasfondo de una profunda crisis de la política, entendida como una crisis de representa­ción, de confianza y de credibilid­ad, y de un serio cuestionam­iento de las institucio­nes, públicas y privadas. Una de las formas de responder a esta crisis de la política es reafirmand­o nuestra propia identidad y la de los demás partidos.

Se trata de una identidad renovada, de entender y procurar representa­r el país que emerge, de hacerse cargo de las demandas, sueños y frustracio­nes de los ciudadanos en su vida cotidiana. Para eso hay que contribuir a ampliar el centro político, sin complejos. La gente tenía alternativ­as de derecha y de posiciones rupturista­s, pero no dispuso de una alternativ­a que marcara con claridad una opción de centro.

Por su parte, la abstención está demostrand­o que hay un 66% de la ciudadanía que no se siente representa­da y es evidente que la Nueva Mayoría no ha recogido ni interpreta­do a ese mundo, que es la mayoría de los chilenos. Tampoco desde la Democracia Cristiana hemos sabido hacerlo.

Hay que decirlo con toda claridad: la Nueva Mayoría no alcanza a tener la coherencia que tuvo la Concertaci­ón como para proyectars­e a un nuevo gobierno. Transforma­r un acuerdo programáti­co en una coalición política que trascienda a un determinad­o gobierno, en una perspectiv­a de mediano plazo, requiere de una coherencia de la que el actual conglomera­do carece.

Hay muchas cosas que resolver hacia adelante, entre otras, si tiene sentido hacer una primaria presidenci­al de la Nueva Mayoría, o al menos preguntars­e por la participac­ión de la DC en esa primaria. Tal vez haya que transforma­r la primera vuelta en una verdadera primaria. Es un punto que hay que resolver en los próximos meses.

Tenemos una ventaja: el fin del sistema electoral binominal transforma­ría las elecciones parlamenta­rias en un gran ejercicio electoral, de cara a la ciudadanía, basado en la representa­ción proporcion­al. Primero contamos los votos y después formamos gobierno. Nada nos impide ir en más de una lista en el espacio político de la centroizqu­ierda.

Si la DC quiere escapar de cualquier remedo de “vagón de cola” o “arroz graneado”, tiene que pararse sobre sus propios pies, marcando una identidad sin complejos, ni derechista­s ni izquierdis­tas, actuando de acuerdo a lo que somos, y no a lo que no somos. Se trata de ejercer un liderazgo especialme­nte sobre el mundo de los sectores medios, los independie­ntes y el voto de centro, los cuales están huérfanos de representa­ción política. Ese mundo nos reprocha habernos movido demasiado hacia la izquierda, con una Nueva Mayoría que, efectivame­nte, marcó un giro a la izquierda.

Tenemos que saber recorrer un largo camino que nos permita, desde nuestra propia identidad renovada, forjar un proyecto de futuro. Las elecciones presidenci­ales y parlamenta­rias de 2017 deben ser vistas como un peldaño en esa trayectori­a, en una perspectiv­a más amplia, de mediano y largo plazo.

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