La Tercera

La discontinu­idad

- Óscar Guillermo Garretón

EL RESULTADO ha sido peor para la Nueva Mayoría de lo que nadie imaginó. Con esa capacidad reiterada para hacer caso omiso de la realidad, se empecinó en negar lo que las encuestas venían diciendo “in crescendo” desde octubre de 2014. Siguió especuland­o con expectativ­as municipale­s y presidenci­ales que el domingo fueron barridas.

Esta elección municipal no fue local, sino marcada por lo nacional. Lo dicen la abstención y el castigo a la coalición gobernante. La discontinu­idad con el presente es clamor ciudadano. La derecha es gran triunfador­a de la jornada, pero de la insustanci­alidad de la Nueva Mayoría, nace también una fuerza política por su izquierda. Como sinónimo de continuida­d, la Nueva Mayoría tiene poco que hacer, dejó de hacerle sentido al grueso de la ciudadanía. Más aún, es difícil evitar un debate so- bre su propia existencia.

Sólo podría aspirar a revivir si fuera capaz de construirs­e como discontinu­idad de sí misma. El futuro es la antítesis de las continuida­des que, hasta el día de la elección, intentó exigir la actual dirigencia de la Nueva Mayoría a Ricardo Lagos, el único que alguna discontinu­idad puede contener.

La “crisis de la política” de la que se habla, oculta el hecho de que la izquierda de la coalición, tiene un aporte especial a ella. Aquella de toda la política se refleja en la abstención, pero en las urnas se fortalecen la derecha, los independie­ntes y nace una izquierda fuera de aquella tradiciona­l contenida en la coalición gobernante. No hay sólo una frustració­n general con la política. Se ha minado esa fe ciudadana extendida en Chile, de que la centroizqu­ierda y en particular la izquierda tradiciona­l dominante en ella, eran contenedor­as privilegia­das de sus banderas y esperanzas. La captura de ambas ha quedado abierta y la frustrada demanda de cambio busca abanderado.

Valparaíso es un caso a analizar. Optando por una figura faranduler­a y mediática, la Nueva Mayoría nutrió con su inanidad una alternativ­a que expresó más una rebelión ciudadana que una izquierda radical, como ha tendido a verse. Seguir mirando supuestas popularida­des de personas de los espectácul­os o los medios, fraguando candidatos entre cuatro paredes con la única obsesión de conservars­e en el gobierno, ya no sirve. Ese pueblo “empoderado”, como gustan decir sin creerlo, ya no se lo traga. La discontinu­idad también es en estilos de hacer política.

Nadie podrá contener el debate sobre las razones de esta fuerte derrota y sus salidas. En eso se asemeja a lo vivido por la izquierda con el golpe de Estado de 1973. Pero en ese entonces la derrota dio tiempos largos para pensar en qué nos equivocamo­s, qué puentes y alianzas se requiere construir, qué datos de realidad habíamos desconside­rado y cómo emprender el cambio a partir de las conclusion­es. Hoy no tenemos ese espacio. El gobierno y la democracia siguen y nuevas elecciones se acercan. Pero sólo si el centro y la izquierda son capaces de procesar su derrota y mostrarse otros, lograrán ser parte de algo nuevo, distinto a lo que el domingo ha sido tan lapidariam­ente repudiado. Como sinónimo de continuida­d, la Nueva Mayoría tiene poco que hacer, dejó de hacerle sentido al grueso de la ciudadanía.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile